Por si acaso

Pablo Gutiérrez-Alviz

Un atraco histórico

UNA singular noticia de finales de agosto pasado exige una investigación algo surrealista, porque puede conducirnos a insospechadas consecuencias. La información relataba que tres jóvenes (uno menor de edad) asaltaron de noche la biblioteca municipal de Benahadux (Almería), y al no encontrar nada de su interés abandonaron el lugar tras causar daños y un gran desorden.

Cualquier detective sospecharía que estos presuntos cacos confundieron la biblioteca con una librería e, ingenuamente, pensaron que habría bastante dinero en la caja. También sería posible que los tres chorizos hubieran oído una conversación entre estudiantes que hablaban de préstamos, devolución y demora; y que, con cierta cultura financiera, entendieran que se trataba de una moderna oficina bancaria que premia los depósitos con libros en vez de con un juego de cacerolas.

Quizá estos chicos, educados dentro de la segunda modernización de la Junta de Andalucía, en la oscuridad de la noche y algo excitados por la bebida u otras sustancias indeterminadas, recordaron lo de que un libro es un tesoro y, sin dar más vueltas, fueron a forrarse a la biblioteca municipal.

Pero el móvil podría ser uno muy distinto y partir de un afamado miembro de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), el historiador independentista Víctor Cucurull. Este sujeto mantiene que la antigüedad de esa región (nación, en su caso) es trimilenaria porque Tartessos (cuna de Cádiz) es a todos los efectos, Tortosa(Tarragona). Y sostiene que personajes históricos como Teresa de Jesús no era de Ávila, sino de Barcelona, y San Ignacio no nació en Loyola, ¡qué va!, vino al mundo en Orihuela (Alacant, parte de los países catalanes). En esta línea trata ahora de localizar el primer manuscrito del Quijote, que se escribió por supuesto en catalán y luego fue traducido al castellano. Al parecer, este inventor de patrañas, de vacaciones en Adra, pediría a los jóvenes mangantes que buscaran el imaginario original por las bibliotecas de la provincia. Como tienen una vida de horarios difíciles, no tuvieron más remedio que entrar de noche y el fracaso les enojó bastante.

Al final, los tres rateros terminarán en la biblioteca de la cárcel o del correccional prestando libros a otros desgraciados compañeros. Mientras, y a la luz del día, Cucurull, la ANC y demás caterva, atracan la historia y nos quieren robar una parte de España.

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