75 años

El ministro Escrivá dijo lo que dijo porque hay una amenaza muy seria de quiebra inminente del sistema de pensiones

Afortunadamente, hay poca gente que recuerde cómo eran los últimos tiempos del franquismo. Me refiero a la sensación de vivir en un lugar donde los medios de comunicación -sobre toda la televisión, pero también casi toda la prensa- vivían en un mundo que no tenía nada que ver con el mundo real de lo que todos veíamos en la calle o en el trabajo (o en la universidad, que era como un planeta extrasolar con respecto al mundo que se nos hacía ver como "normal"). Para los propagandistas del régimen, el país iba muy bien, todo el mundo era moderadamente feliz y nadie se quejaba. De vez en cuando, es cierto, saltaba algún hecho inesperado -un atentado, un incidente en algún sitio-, pero enseguida los propagandistas del Régimen se apresuraban a asegurarnos que todo se debía a la "conjura judeo-masónica, enemiga tradicional de España" o a algún grupo de saboteadores y agentes subversivos. Eso era todo.

Me acordé de todo esto cuando el otro día oí al ministro José Luis Escrivá -ministro de la Seguridad Social- intentando convencernos de que todos deberíamos acostumbrarnos a trabajar hasta los 75 años. 75 años, repito, por si alguien había creído ver una errata en la cifra. En los últimos años del franquismo -en 1973 o 1974, por ejemplo- también ocurrían cosas así: un ministro hacía una declaración imprudente o arriesgada y enseguida tenía que desdecirse atribuyéndolo todo a un malentendido o a una malévola tergiversación de sus palabras. Ayer mismo, el ministro Escrivá tuvo que desdecirse -"me han malinterpretado"-, pero cualquiera que conozca las cuentas de nuestra Seguridad Social sabe que el ministro dijo lo que dijo porque hay una amenaza muy seria de quiebra inminente del sistema de pensiones. Por supuesto, nadie habla de esto en los debates televisivos ni en las airadas discusiones que agitan el hormiguero -o más bien la marabunta- de las redes sociales. Ningún programa de Évole o de Wyoming se dedicará a este asunto. Igual que en 1973 o 1974, vivimos en dos mundos paralelos: el mundo de la propaganda y el mundo real. Con la diferencia, terrible, de que en 1973 casi nadie se creía la propaganda oficial. Y hoy en día, por desgracia, la mayoría de la población ni siquiera se ha dado cuenta de que está siendo sometida a un obsceno bombardeo de propaganda ininterrumpida. Sí, propaganda y mentiras. Todo humo, puro humo.

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