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Hace 40 años Cádiz era una ciudad que vivía de la industria. Miles de trabajadores y sus familias dependían de astilleros, Construcciones Aeronáuticas, Tabacalera y la industria auxiliar que ocupaba la mayoría de las naves de la Zona Franca. El muelle era un emporio de empleo para estibadores, amarradores, provisionistas de buques, marineros, marinos, incluso contrabandistas, pimpis y descuideros. La crisis no había llegado, nadie hablaba del proyecto para Cádiz porque no hacía falta, no se decían esas cosas de “ciudad comercial, universitaria, turística, de servicios” y el rosario de adjetivos que reflejan, en el fondo, una impotencia de no saber qué hacer. Cádiz era industrial y portuaria, miles de personas trabajaban en sus fábricas y sus muelles. No es que fuera próspera, pero tampoco estaba sumida en el desconcierto. Había niños en los colegios en lugar de mascotas en las casas. El Carnaval era una fiesta local, no había eternos capitanes, ningún dedo señalaba a la luna: las coplas en febrero y los pasos en primavera. No habían despertado Las Tres Ces del Cádiz Profundo porque se vivía con naturalidad, cada cosa en su momento, una época para cada, Cádiz está de fiesta todo el verano. Y en eso llegó la reconversión. Los conflictos de astilleros habían empezado cinco años antes, en el pasado octubre una gran fiesta se celebraba, se estaba festejando que la Bahía nos la cerraban, pero no con la intensidad de cuando se puso en tela de juicio la mera existencia de la factoría de Cádiz. Esa reconversión, acordada entre la UGT y el Ministerio de Industria del Gobierno de Felipe González (sí, sí, el mismo de El Hormiguero), provocó la salida de 7.500 trabajadores de los tres astilleros de la Bahía. Cádiz se preparaba para el papel asignado por la Comunidad Económica Europea, como se llamaba entonces, con quien España negociaba el ingreso que se produciría dos años después. No había turistificación ni se esperaba, viajar era para una minoría. Diario de Cádiz fue quien dio a conocer la lista de despedidos en el astillero, se pueden ustedes imaginar el impacto de aquel periódico. CCOO convocó una huelga general en solitario que a la postre no sirvió para nada, la segunda vez que Cádiz se ponía en pie contra los recortes en el sector naval. Ahora Carenas Cádiz vive de la reparación de cruceros, unos años después de aquello sobraba tanto suelo que se decía “los terrenos ociosos de astilleros” porque la factoría había dejado de producir bienes de equipo. El último gran barco construido en el astillero gaditano fue el Amoco Cádiz, que encalló frente a las costas de Bretaña dejando una catástrofe ecológica de primer orden.
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