Estará usted, querido lector, hastiado de páginas del coronavirus cuando haya llegado a esta azotea, si es que suele empezar a leer por el principio y no por las esquelas, tradición ésta arraigada en muchas personas mayores. Digo que estará usted cansado de leer penas y por eso traigo hoy aquí un tema ajeno a la pandemia: los 125 años que ha cumplido el colegio La Salle Mirandilla. En Cádiz, donde tantos símbolos se han perdido, debe ser motivo de alegría que un referente educativo y social llegue al siglo y cuarto de vida. Allí sigue formando a gente sencilla, del pueblo, que para eso se construyó. Enseñando buenos valores, los mismos que miles de gaditanos llevamos en nuestros corazones. En medio de tanta desazón brindo por mi colegio del alma, que me dio, junto a La Salle Viña, los mejores amigos que uno puede tener y que aún conservo. Y por mi padre, que aportó su granito de arena para hacer una Mirandilla mejor.

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