Dos años después

En Cádiz tenemos algo así como un vacío, la sensación de que estamos esperando algo, pero nadie sabe qué

Cada cual tendrá sus ideas, pero yo opino lo siguiente: dos años después, en Cádiz, nadie ha asumido el cambio. Ni los que cambiaron, ni los que han sido cambiados. Aquí tenemos como un vacío, la sensación de que estamos esperando algo, pero nadie sabe qué: que hagan algo diferente, que presenten una moción de censura, que vuelvan los otros, que no vuelva nadie, lo que sea. A Kichi unos le atribuyen todas las maldades y los suyos las supuestas bondades. Pero se mira y no se ve nada. Cádiz siempre está esperando un barco, una parada naval, una regata, el fantasma del Vaporcito de El Puerto… Todo esto empezó hace dos años, el último domingo de mayo de 2015.

Todavía recuerdo aquella noche, aquellas caritas (de alegría, de tristeza, de estupefacción). Era la sensación de que acababa una época de 20 años, la de Teófila Martínez, que fue la más votada, pero había perdido las mayorías absolutas apabullantes que forjaron el Cádiz de entre siglos. Y, por el otro lado, estaba una izquierda plural. Con un tal Kichi de Podemos, al que se conocía de las comparsas y que daba un tipo raro como alcalde, un disfraz con el que no se le veía creíble. Con un Martín Vila que lo estaba celebrando, aquella noche, como si el alcalde fuera él, que era uno de los dos concejales de Ganemos. Con un PSOE en el que Fran González tuvo un mal resultado y un peor despertar. Con Ciudadanos que entraba en el Ayuntamiento, ¡pero sin la llave del matarile!, y con Juanma Pérez Dorao que era visto como un Kennedy. Supongo que miraron en wikipedia quién era JFK.

En el PP no lo han digerido todavía, como si fuera una pesadilla de la que no se han despertado. Teófila ha sido nombrada presidenta de honor, mientras rellenan quinielas para valorar si sería la mejor candidata en 2019. Ella, que fue alcaldesa durante 20 años y dejó bastantes huellas, no se merece que la tengan cuatro años en periodo de hibernación municipal, aunque está ocupada en sus actividades del Congreso.

Mientras se agita ese vacío espiritual, en los plenos ordinarios se detecta un ambiente demasiado ordinario. En el capillismo han encontrado el opio del pueblo, a la espera de hacer algo con la Edusi, a ver si por fin se deja caer. Y así se discute sobre mulas y mulos, o sobre el martes de carnaval y el miércoles de ceniza. Cuando los ateos votan contra la medalla de oro a la Virgen del Rosario se disculpan piadosamente. Martín Vila respeta, pero es laico. Cosas así, que se entienden con cariño, porque todos están a la espera de un milagro en Cádiz.

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