Con la venia

Fernando Santiago

El año de Cádiz

 En este momento podemos afirmar sin temor a equivocarnos que hemos fallado en uno de los pilares de la conmemoración del Bicentenario: convertirlo en una cuestión de  Estado.  Las instituciones , las empresas y los ciudadanos españoles no ven el Bicentenario como una celebración de toda España sino casi como una fiesta local, del tipo de "Alicante vuelta al mundo a vela" y el Milenio de Granada. Cosas de provincias, que dirían en Madrid. No sé si el nuevo gobierno del Partido Popular va a hacer las cosas de otra manera, pero me malicio que no lo intentará de verdad y que, en cualquier caso, no le va a dar tiempo. El Bicentenario tendría que ser un acontecimiento nacional: es la celebración de la primera constitución española, la formación del Estado moderno, el paso de súbditos a ciudadanos ,como tantos historiadores y expertos nos han contado. Hemos fracasado todos en este asunto, aunque algo más aquellos que más responsabilidad han tenido. No es verdad que las luchas entre partidos hayan afectado a la celebración. Más bien han sido las disputas internas en el Partido Socialista las que han afectado a la institución , desde  la llegada de Gaspar Zarrías a la salida de Pizarro.

El Bicentenario se comenzó sin un plan estratégico , sin un proyecto claro de en qué iba a consistir. Todos teníamos una idea de que 2012 tenía que ser el año de Cádiz como la Expo fue el momento de Sevilla y las Olimpiadas el de Barcelona. Teníamos la intuición de que era la ocasión de mejorar la ciudad y lanzarla al mundo pero no se empezó la casa por los cimientos que debió ser un proyecto consensuado y aceptado por todos. Todo han sido improvisaciones y parcheos  generalizados. Es el origen de muchos males.  Cuando hablamos del Bicentenario todos pensamos primero en las infraestructuras, aunque nada o poco tengan que ver con la efeméride: el nuevo puente, la alta velocidad ferroviaria, el tranvía, el centro cultural de los depósitos de tabaco, el nuevo hotel en Valcárcel, la plaza de Sevilla, el castillo de San Sebastián, ¡un nuevo hospital!, ¡la Ciudad de la Justicia!. Otros claramente vinculados y necesarios que van bien encaminados como la rehabilitación del  Oratorio y el nuevo Hotel Atlántico. Otros ya hechos como la Casa de Iberoamérica.  La atávica obsesión española por la obra pública sumada al déficit histórico de la ciudad.

En cambio apenas le hemos prestado atención a lo inmaterial, a la organización de grandes eventos que involucren a la ciudadanía y proyecten la imagen de la ciudad. Se cayeron las grandes exposiciones, nada se sabe de los grandes conciertos. Se anuncian congresos, espectáculos en el Falla y cosas por el estilo que deben salir de una ridícula aportación estatal y de una cicatera política de beneficios fiscales. Esta parte es la que mejor puede enderezar el gobierno de Rajoy si aumenta de manera considerable su aportación económica. Eso, aparte del cuarto cambio en los responsables del evento, que no ha sido lo mejor para su organización, como cualquiera puede concluir. Esperemos que a pesar de la crisis y los errores este año sea el de Cádiz.

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