Dos amigos fallecidos

Se ha producido el fallecimiento de dos amigos, que en su día fueron amigos entrañables

Los que hemos cumplido sobradamente los ochenta años, no nos acostumbramos a las malas noticias del fallecimiento de amigos de nuestra generación, por lógica natural cada vez más frecuentes, porque suponen, como el "memento morís" de los cartujos, un recordatorio de lo que algún día también a nosotros nos sucederá. Algunos, mal intencionados, suponen que esas noticias, en lugar de entristecernos, nos alegran, porque el suceso no nos ha ocurrido a nosotros.

En esta semana se ha producido el fallecimiento de dos amigos, que en su día fueron amigos entrañables, aunque por vicisitudes de la vida, ahora, nos viéramos poco. A ambos, Enrique Alcina y Luis Alarcón, los dos un poco mayores que yo, los traté en distintas épocas de mi vida, con mucha frecuencia. Empezando por Enrique, porque lo conocí antes, mi amistad con él comenzó casi en la infancia, ya que estábamos en el mismo curso del colegio de San Felipe Neri. Él estudió, siguiendo la estela paterna, Medicina y fue especialista en enfermedades del riñón y urología. Pero para sus amigos, lo destacado de Enrique -aunque con el paso de los años hubiéramos de recurrir a él para temas de su especialidad- era su afán creativo de juegos, para lo que se ayudaba de su habilidad para el dibujo y la pintura. Allí en su casa, que era la de sus padres, en la calle Ceballos, organizaba unos juegos de fútbol, muy complicados aquí de explicar. Su mujer Araceli y sus dos hijos, Araceli y Enrique, este último periodista, con una pluma muy destacada, completaban la familia. Volvimos a vernos porque nuestras dos familias coincidimos como inquilinos en la casa de la Avda. del Puerto, que fue de la Unión y el Fénix.

A Luis Alarcón lo conocí en la academia sita en la Gran Vía de Madrid, donde nos preparábamos para intentar ingresar en el Cuerpo de Abogados del Estado. Como no es difícil que sevillanos y gaditanos se entiendan, cuando están en el exilio, o sea fuera de Andalucía, fuimos amigos de inmediato, en esa época tan dura y exigente, porque no bastaba con aprobar, al estar las plazas de ingreso limitadas. Los dos ingresamos en 1961 y luego nos hemos visto poco pese a las cercanías de nuestros destinos, (Cádiz y Sevilla) pero a veces, la amistad no necesita el cultivo del trato. Estaba casado con una mujer excepcional, Pupe Medina, que le dio doce hijos. Ayer se celebraba su funeral, al que no pude asistir por un error de horario.

Dos grandes personas, dos grandes amigos, que Dios tendrá en su gloria.

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