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Cambio de sentido

El algoritmo

"Conócete a ti mismo", dice el adagio. Ya no hace falta, el 'big data' me conoce mejor que nadie

Se acabaron los milagros desde que han entrado en nuestras vidas esas cosas tan inquietantes del big data, los algoritmos, los geolocalizadores y las cookies. A cualquiera, por mucho que se haga la misteriosa, se le pone cara de predecible cuando abre la edición digital del periódico y saltan anuncios de exactamente lo que andaba buscando. A mí me bombardean con ofertas de ventiladores de techo. La sincronicidad, de la que somos tan devotos los poetas, ha muerto. La mágica casualidad ya no es lo que era. No es ningún secreto que los móviles nos escuchan, ni que Facebook y Whatsapp comparten nuestros datos. El wifi actúa como chivato; por algo los buscadores incluyen ventanas de incógnito, para que podamos navegar algo más discretamente. El móvil registra por dónde paseo, incluso (¿quién activa la ubicación sin mi permiso?) me recomienda establecimientos de la zona en los que consumir.

"Conócete a ti mismo", dice el adagio griego. Ya no hace falta, el big data me conoce mejor de lo que yo jamás llegaré a hacerlo. Habiendo admitido la derrota en esta guerra, a menudo me entrego al algoritmo, dejo que me sorprenda con su selección de contenidos, observo qué piensa sobre mí. Los resultados son impresionantes. El algoritmo de Spotify es mi favorito. Su selección musical me maravilla. Sostengo que su algoritmo controla aspectos inconscientes que ignoramos de nosotros mismos, como el compás predilecto, el tipo de voces que nos relajan o elementos psicosociales por las que nos atraen ciertas letras. Hoy ha seleccionado para mí un tema funk, El cordón de mi corpiño de Antoñita Moreno, Espinita de Banda Ionica, y a Bronquio. De diez. El predictor de Netflix en cambio está hecho un lío, pues le siso la cuenta a mi hermana, y tenemos gustos antagónicos. Ella prefiere series románticas y yo las de psicópatas y, claro, no da una. El de Twitter selecciona lo que aborrecemos, para que nos mosqueemos y se nos caliente la boca. Está especializado en sacar nuestra parte chunga. En el apartado "tendencias para mí" hoy destaca a la prestigiosa poeta Marta Sánchez y su letra del himno de España. El algoritmo del Facebook ve antes que tú si te gusta un muchacho. El de Instagram sabe perfectamente cómo despertar la envidia: saca a todo el mundo idílico y fresquito. Con razón busco después ventiladores de oferta… Los algoritmos y sus resultados acabarán convirtiéndose (si acaso no lo son ya) en una inquietante réplica del alma humana.

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