ELLOS lo dijeron. Yo lo escuché. Estamos en democracia. Nos avalan los votos. Nos avala el pueblo. Ay, amigo, cuántas caretas se cayeron tras la noche del 25 de mayo. Cuántas tilas se sirvieron la mañana del 26... Cuánto falso demócrata desenmascarado. Si los partidos emergentes pueden o no pueden, el tiempo lo dirá. Esa es otra historia que se contará a su debido momento pues tampoco es cuestión de alzar las campanas al vuelo. Pero si una certeza nos ha dejado la resaca de las elecciones europeas en nuestro país (con sus vaivenes de porcentajes y bailes de palabras) es una alarmante carencia democrática en los representantes de la ciudadanía y en la propia ciudadanía. Una anemía solapada que ha dado la cara con una voraz e inusual campaña de desprestigio a un partido político. Es descarado, es antidemocrático, no aceptar en el tablero a los nuevos competidores. Se os olvida: el juego no es vuestro.