Afirma Kichi que en estos años ha aprendido a ser "más astuto y precavido". Y eso parece, porque de lo contrario no se entiende su triunfo frente a PP y PSOE de manera tan apabullante, a pesar su equipo de gobierno de mínimos. Su gestión fue limitada, pero enfrente no tuvo gran competencia, tampoco se metió en líos y supo exhibir honradez y coherencia para que muchos lo vieran algo así, salvando las distancias, como al ex presidente uruguayo Pepe Mujica, un tipo que lleva 30 años viviendo donde siempre, rodeado de gallinas, pese al poder que acumuló. Para Kichi lo raro no es que un alcalde se sienta privilegiado por vivir en La Viña; lo raro, dice, son los políticos que se compran un casoplón a la segunda nómina y dejan su barrio. Y esto caló profundamente. "Es bueno vivir como se piensa, porque de lo contrario pensarás como vives", decía Mujica. Y Kichi, a falta de grandes hazañas, hizo un discurso de su manera de vivir. No es el único que vive donde siempre, pero él hizo bandera. No quiere escoltas ni coche oficial, salvo fuerza mayor. Su afán por demostrar que sigue siendo él y que vive como la mayoría cuando otros alcaldes, más pronto que tarde, acaban por mudarse para vivir como la minoría, ha sido clave, más allá de las obras y carriles y extravagancias y la propaganda y las zancadillas. Kichi convenció al personal de que nadie es más que nadie, ni siquiera el alcalde, y con este credo ha suplido sus carencias e inexperiencia. Algunos dicen que le bastó con ser simpático y buena gente. Pero sólo con estas dotes habría ganado cualquiera.

Cuando José María González llegó al poder, defendió que la democracia es el gobierno de la mayoría: era igual que todos, pero diferente. Si la mayoría vive con el sueldo que se gana a pulso, él no concibe que eso tenga que cambiar cuando se pisa la alfombra. Y si la mayoría apenas se permite lujos cuando no llega ni a final de mes, él dice no estar dispuesto a aprovecharse del cargo. Aunque cuesta creerlo, también insiste en que éste será su último mandato para que ni el terciopelo ni la caoba le cambien de manera de ser. Ya veremos qué dice si le presentan una encuesta, a falta de 6 meses, que le dé posibilidades.

Vivía en La Viña cuando pisó por primera vez la Alcaldía y allí dice que seguirá cuando lo deje, con los 1.970 euros que cobraba como docente. Proclama que los políticos que defienden que la democracia es el gobierno del pueblo, para dedicarse a vivir como reyezuelos una vez alcanzado el poder, no sólo traicionan al electorado y a sí mismos, traicionan el noble arte de la política. Sus rivales y muchos gaditanos dicen que su discurso es muy populista. Seguramente, pero nunca antes la sociedad tuvo tan mal concepto del político, y él supo verlo. La mayoría ha confiado en él porque tiene claro -al margen de su capacidad para conectar hasta con las palmeras y de lo bien que se maneja con los cofrades, carnavaleros y, por supuesto, en el fondo del Carranza- que un político no tiene por qué cambiar su tren de vida por decreto. Y Kichi no ha cambiado en ese aspecto. Coherencia le llaman a esa imagen del alcalde, entre lo que se dice y lo que se practica; justo lo que le afeó a Pablo Iglesias, sin que nadie le preguntara. Un envite que le valió más votos que mil obras juntas.

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