La afonía de Vox

Si Vox quería llegar al pacto del cambio, ¿no podría haber bajado el volumen de las primeras peticiones?

Con la resaca del pacto algunos critican las cesiones de Vox en la negociación, después del tono elevado y, a ratos, estridente de sus primeras propuestas. Buena parte de esos críticos tenían depositadas grandes esperanzas en que Vox, a fuerza de maximalismos, como si fuese la caricatura que se han hecho del partido de Abascal, frustrase la oportunidad de cambio. Pero analicemos la supuesta afonía de Vox, por su interés político, sobre todo; y también porque hay críticas de buena fe entre votantes, simpatizantes y curiosos.

No es sólo por el cariño que engendra el trato que yo le tengo tantísima estima al fracaso. Resulta tan útil como el éxito, y a veces más. Es evidente que la no consecución de buena parte de los postulados de Vox ha sido el peaje natural (con un 11% de los votos) para el cambio. Además, el compromiso sí recoge una parte significativa de su programa, como políticas de prevención del aborto, la libertad de enseñanza, una Consejería de Familia o la supresión de la ley de la memoria histórica, nada menos. Encima, consolida un gobierno para el que los doce votos de Vox serán, ejem, esenciales.

Sin embargo, si se quería llegar aquí, se podría haber bajado el volumen (ahorrándose la afonía) de las primeras peticiones. ¿Por qué se alzó tanto la voz? Quizá porque la cesión es la esencia misma de un pacto. Ahora Vox aparece como un actor más de la política española, y reafirma con énfasis su flexibilidad, de la que se dudaba.

Por otro lado, el pacto a tres hará que el mercado electoral de la derecha quede muy saturado y confundido. Cuanta mayor diferencia conste entre lo pedido y lo conseguido, más argumentos para pedir el voto en las próximas elecciones. El relativo fracaso negociador de Vox ha dejado en negro sobre blanco (o en blanco sobre negro, porque no se ha firmado) que es el único partido que está en contra de las desigualdades que produce la LIVG, el único que quiere revertir la deriva del estado autonómico y el único que se atreve a cuestionar el aborto. No lo confundirán con las otras dos derechas.

Por último, esa desproporción entre medidas pedidas y logradas ha ido abriendo brechas para que se discutan temas tabús, poniendo en evidencia el falso consenso social. Si Vox hubiese adecuado su discurso a lo que podría lograr en la negociación sin escándalo mediático, no habría forzado los resquicios por los que ha entrado la batalla cultural.

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