La firma invitada

Jesús De Sobrino / Periodista

Welcome black

"I have a dream". 40 años después del asesinato de Martin Luther King. El sueño de un joven, idealista y con ideas, se ha cumplido, junto a los deseos de millones de personas, dentro y fuera de los Estados Unidos de América. Un negro en la Casa Blanca. Un hito ciertamente histórico que aísla definitivamente el racismo.

Barack Obama es, a día de hoy, la esperanza de quienes creen -creemos- que las cosas pueden cambiar a mejor. El plazo de 100 días que en su día 'inventó' otro presidente norteamericano (¿fue Eisenhower?) no comenzará hasta finales de enero, aunque el tiempo para la transición y los gestos -tan importantes a veces- ha comenzado ya.

Durante mi experiencia USA, 1988/89, la Casa Blanca se preparaba para el final de otra época, despidiendo a un presidente enormemente carismático y aún recordado -incluso por el propio Obama-, Ronald Reagan. Ahora el presidente electo está llamado a recuperar el prestigio y capacidad de liderazgo que debe poseer quien ocupa el Despacho Oval, un perfil que no han alcanzado plenamente quienes han ocupado esa responsabilidad, demócratas o republicanos, desde hace dos décadas.

Dicho esto, me preocupa que, al calor de la oleada de optimismo que ha generado la elección de Obama, se establezcan paralelismos interesados. Algunos políticos de aquí no han podido evitar caer en la tentación, pero comparar la política española con la norteamericana es un ejercicio imposible.

Quién se imagina a un candidato derrotado en España hablando con el sentido patriótico de McCain. Tras unas elecciones generales, autonómicas o municipales, salir a la palestra con un discurso tan comprometido como el del veterano político norteamericano, a plena disposición del vencedor. El sentido de pertenencia de los norteamericanos a una gran nación, la suya, no tiene parangón con nuestro sentido de la patria que, por exceso o por defecto, deja bastante que desear.

Otro factor no sometido a la comparación es pretender alinear a demócratas o republicanos con los dos principales partidos políticos de nuestro país. Hacer eso es ridículo y denota un desconocimiento total de la sociedad norteamericana. Hablar de socialdemocracia frente a conservadores, de izquierdas frente a derechas, no es en absoluto extrapolable a la cultura política norteamericana.

La tradición manda; de eso sí tienen más al otro lado del Atlántico, de tradición democrática me refiero, de continuidad del sistema y vigencia de valores comunes. Todo pueblo o nación tiene defectos y virtudes. Nosotros tenemos más historia, pero no hemos grabado en nuestro ADN de ciudadanos españoles las huellas de un sistema político democrático que ha perdurado, en esencia y de manera continuada, desde los tiempos de Lincoln. Al contrario, nuestra memoria de los últimos 100 años es el reflejo de cambios continuos, dictaduras, repúblicas, subidas y bajadas, idas y venidas, e incluso divisiones tan traumáticas que llevaron a una Guerra Civil. Este factor nos impide comprender -a priori- la importancia de factores que sí son inherentes a la condición de norteamericano a la hora de hacer política: el peso del individuo, el aparato de los partidos, los grupos de interés, el activismo social, los medios de comunicación, la distribución de una enorme población en una extensa nación con 50 estados y un distrito federal, las diferencias sociales entre las grandes ciudades y quienes habitan en pequeñas poblaciones, las distintas razas, la inmigración, la educación, la riqueza y, cómo no, el acceso a la misma a través del sueño americano y la ausencia de envidia nacional. No enjuicio si es mejor o por; no es oro todo lo que reluce. Pero es, sencillamente, distinto y no comparable con nuestros sistemas, anteriores o el actual.

Sí espero que, al igual que en tiempos de Reagan, el país de referencia mundial recupere la ilusión y crea en su nuevo jefe, Obama. Como en aquellos años, finales de los 80, en que los Twins de Mineapolis ganaron las Word Series de béisbol, cuyas finales también se jugaron en otoño y las celebraciones terminaron en los salones de la Casa Blanca.

De eso hace más de 20 años. De Reagan a Obama. Welcome black. Bienvenido el nuevo líder.

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