Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

De golpe, anteayer tuve una idea, qué digo una idea, qué pretencioso: una imagen apenas que cruzó mi mente. ¿Y si el Gobierno dejase de echarle el pulso a la investidura de Puigdemont y soltase (a la de una, a la de dos, a la de tres…) la cuerda? Los nacionalistas furibundos que tiraban como descosidos caerían de culo, con perdón.

No quiero decir, de ninguna de las maneras, que el Estado dejase de velar por el Ídem de Derecho. Las causas pendientes con la justicia del Sr. Puigdemont ahí están, pendientes como la espada de Damocles, de un hilo. Digo que Zoido podría haber dejado de vigilar las fronteras, registrar los maleteros, controlar hasta los ultraligeros y hacer frágiles cordones policiales con los Mossos. Si Carles se le colaba, se coló.

No le veía más que ventajas a ese movimiento táctico. Se abocaba a los nacionalistas a un gobierno inestable e ingobernante [sic], que sospecho que, con las ansias amarillas, no se habían pensado bien. ¿Qué medidas de política práctica podría tomar Puigdemont probablemente desde la cárcel? ¿Cuánto aguantaría la economía con una moviola del desafío al Estado? Esa situación enfrentaría, más pronto que tarde, a los nacionalistas entre sí y a la sociedad civil con los nacionalistas. Iba a desarrollar todas estas ventajas; pero ahora, con la noticia de que Puigdemont se siente derrotado por los rivales, traicionado por los suyos y abocado al ridículo de dedicar su vida a defenderse, lo veo aún más claro.

¿No era mucho mejor tenerlo a la cabeza del nacionalismo? El catalanismo ha ido de Mas a menos, empezando por Tarradellas, que era el más alto, y pasando por Pujol, y así hasta ahora. Quizá con Puigdemont había alcanzado el punto exacto de ridículo. Verdad que era ruidoso e incordiaba, pero ha hecho más contra el nacionalismo (que es el problema de verdad) que todos los gobiernos de España. Ahora, por no cuidarlo con mimo disimulado, se le ha dado gusto a los nacionalistas que arrastraban los pies con su investidura, que son, naturalmente, los más listos y los que, ay de nosotros, negociarán. Quizá habiéndole abierto un resquicio para que volviese a casa a por la Generalidad, sin perjuicio de sus causas penales, que son sagradas, se le podría haber mantenido unos cuantos meses más en el candelero, para comodidad de columnistas y tertulianos, para entretenimiento del respetable y para el bien común de la vieja nación española.

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