Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Viva el rey

Carlos III será un rey contracorriente del juvenilismo absolutista de nuestras sociedades

Con la noticia y el consiguiente desbordamiento sentimental, estamos sacando pocas enseñanzas morales de la sucesión en la corona inglesa. No me refiero al obvio memento mori que debería salirnos solo, al menos a los españoles, que lo tenemos escrito por Jorge Manrique, trece de la orden de Santiago: "Así que no hay cosa fuerte/ que a papas y emperadores y prelados/ así los trata la muerte/ como a los pobres pastores/ de ganados". Amén.

Mi moraleja es más festiva, mas no menos perentoria. Estoy muy edificado por Carlos III, al que transmito mi muy sentido pésame, porque él ha empezado a trabajar en aquello para lo que había nacido, esto es, que ha cumplido su destino y alcanzado su meta vital…, a los 73 años, casi a los 74.

Esta sucesión resulta ejemplar por muchas razones. Mi predilecta porque se da en una sociedad aquejada de juvenilismos, donde a partir de los cincuenta ya parece que estás de sobra y que aprecia, más que nada, la lozanía. Que el hijo mayor (mayor en los dos sentidos) de la reina Isabel II llegue al trono pasados los setenta es un alivio para los que, como yo, llevamos bastante retraso en el cumplimiento de nuestras ansias vocacionales.

Confieso que colecciono escritores que empezaron a escribir o hicieron su obra cumbre a edades avanzadas. Ya lo fío todo a la tercera edad. "A la tercera va la vencida", me digo al oído para darme ánimos, aunque ahora, con Carlos III (precisamente, tercero) me harán muchísima menos falta. Me los da él. "Un, dos, tres…, ya" se dice para dar la salida a una carrera. Por algo será.

Vamos a entrar también en el último tercio de esta columna y me urge avisar que no la estoy escribiendo de broma. ¡Ay, ver que la vida corre a rienda suelta sin parar, y que se nos pasa sin cumplir con lo que podríamos y debemos hacer! ¡Cuánto tengo aún que leer, que prepararme, que mejorar para estar a la altura de mis aspiraciones! Sólo la longevidad podría echarme una mano.

Yo lo tengo claro y es posible que usted también. Pero puede que usted no: que sea, querido lector, de los que piensa que ya está todo el pescado vendido en su vida, porque ya se ha jubilado o está cerca o le falló el primer intento. Ni hablar. Fijémonos en Carlos III de Inglaterra. Hasta el rabo todo es toro. Podemos coronarnos (ya sea yo con un libro estupendo o usted haciendo lo que soñó o cumpliendo un deber pospuesto) a los 73 años, tan ricamente. ¡Larga vida al rey!

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