puente de ureña

Rafael / Duarte

Villamediana

SÍ. Me dio por imaginar que a esta Villa de la Real Isla de León, isla constitucional, isla cultiparlista y rezongadora, un villarejo otrora, hubiera recibido desterrado al Conde de Villamediana, culterano de pro, correo de su Majestad, antecedente del Tenorio, que viene muy bien a estas calendas contagiadas de Halloween. Lo vemos pues convertido en villero, que no villano, "hoy que el sol eclipsó la lumbre deste", como él escribiera. ¿Lo imaginan conmigo?

Él había participado en justas y certámenes en la Accademia degli Oziosi donde con Marino y Manso forjó su poesía muy culta y sonora, muy gongorina y musical. Pero, cuando llega a la insulae leonis, viene ya triste, y cansado, harto de dilapidar vida, hacienda y amores, y es aquí donde se encuentra con el destierro. ¿Qué haría él asaz harto de estar entre nobles, grandes de España y validos, aquí? La alta aristocracia insulística precisamente no existe. Salvo la cohorte de asesores de corte, aspirantes a asesores, olvidados y descontentos, sólo pudiera tratar subobispos malatos, gafos, de mano en cisne desmayado, advenedizos y merodeadores, en los que la villa es perita y juristiculta, paseante de calles, poco leída pero osada. Ah, y no le hubieran dejado acercarse al Alcalde de Casa y Corte, a Loaysia mismo, caballero calatravo, denunciando ante él las falacias malduendas, los callejones de gato, el catervario isleño. No le gustan los pensadores. No quiere pelotas. No se fía de nadie. Seguro que es del Pesoe, o del Einstein del Frank…¿Frankenstein? Ah, insidias insignes de signo villamediano o mediocre, que somos un poco los solariegos que la vivimos sin irnos de aquí, para no aceptar ni a unos ni a otros.

Debe tan poco al tiempo el que ha nacido/en la estéril región de nuestros años/que premiada la culpa y sus engaños/el mérito se encoge escarnecido/ verse de su anhelar desasistido/ sólo ante componendas con apaños/ sólo en comportamientos tan extraños/ de contubernios y cariofendidos. Máquinas de ambición, aplausos de ira, donde toda verdad queda empañada/ en soberbias de escudos y de liras/ Violenta adulación/mañoso enredo/ de exaltar como ciertas las mentiras/de trepar sin más mérito que un dedo/.

En una sociedad con los valores morales trastocados, donde se premia el mal, la osadía, el demérito, la injusticia y la falsedad, igual que hoy, el pobre conde hubiera terminado presentando libros donde los amaneceres serían cosa hermosa o súbitas invasiones de tropos atrapados en la caquexia catacrésica más aguda, mientras los minutos de gloria, deberían ser de turrón y los de fama en una panadería o viceversa, que luego sale el León y ladra, y yo me entiendo, amigos.

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