LOS equipos de Segunda B se han unido en una plataforma para presentar una propuesta de remodelación de la categoría. Las principales medidas que pretenden aplicar son la ampliación a seis grupos de 16 equipos (supondría pasar de 80 a 96 clubes) para abaratar costes de desplazamientos, venderse como un paquete rentable a las televisiones y unificar horarios que no coincidan con los partidos de categorías superiores.

El hecho de que la gran mayoría de clubes se pongan de acuerdo me hace pensar que algo de bueno debe haber en esta propuesta. Sin embargo hay cosas que no me terminan de cuadrar. Por un lado, si la Segunda B (yo lo primero que cambiaría es el nombre) da cierta impresión de 'pozo' para históricos como el Cádiz a los que les cuesta la vida salir, la ampliación a seis grupos ahondaría en esta cuestión. El embudo que se produce a la hora de limitar a cuatro los ascensos hace de la categoría algo muy estático, cuando creo que el modelo es justo el contrario. Véase el dinamismo que le ha aportado a la Segunda División ampliar el número de plazas que dan derecho a luchar por el ascenso.

El problema que presentan los clubes se restringe a su situación económica. Si la categoría no es sostenible lógicamente hay que reinventarla. Pero me parece un sueño alejado de la realidad que pretendan vender a la televisión la retransmisión de una categoría tan fragmentada, con un interés relativo, ante la oferta futbolística que ya existe. ¿A qué hora y en qué canal hay que poner un Arroyo-Melilla para que sea rentable? Y encima repartir las ganancias entre 96 clubes. La propuesta alude a la televisión pública porque tiene desconexiones territoriales, pero si ni los partidos de la selección española son ya de interés público y los grandes partidos de Primera no se dan en abierto, ¿si lo es uno de Segunda B? ¿Debería sufragarlo un ente público? Hay muchos flecos por coser en esta remodelación, pero puede ser un primer paso.