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El Pinsapar

Enrique Montiel

Lo Viejo y lo Nuevo

EN el año 2006, el entonces portavoz de la ilegalizada Batasuna, Pernando Barrena dijo, como si hubiera encontrado una idea genial, que "lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir". A propósito de lo que el lector imagina y que me ahorra de escribir, sin duda. El diputado Istúriz, un gaditano nacido en 1785, ya lo había dicho con anterioridad, que todo viene de donde viene casi todo. En fin, el inefable Hugo Chávez, caudillo de lo que ciertamente no acaba de morir en Hispanoamérica, también entró por ese palo para decir que en Venezuela "hay algo viejo que no termina de morir y algo nuevo que no termina de nacer". Como Kirchner, en Argentina, que se fue por el mismo tobogán: "Vemos morir lo viejo, aunque lo nuevo no termina de nacer". Fidel Castro, en 1958, según la película cubana Hormigas en la boca, se apuntó a la misma iluminación, aunque no creo que se refiriera al régimen personal que levantó sobre los fusiles soviéticos, el exilio obligado de más de dos millones de cubanos y las cárceles para presos políticos…

Venía de antes la idea que baja por el manantial en la cultura de la izquierda revolucionaria, de Bertold Brecht, que había escrito que "la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer". Antonio Gramsci, el gran teórico marxista italiano de quien nuestro amigo el profesor Vargas-Machuca es un experto, perfiló la idea al redactar la definitiva: "Cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir se dan las condiciones para hablar de tragedia".

El lector sabe que todo esto se trae a cuenta de lo dicho por Esperanza Aguirre en Madrid delante de Mariano Rajoy (¿lo viejo que no acaba de morir?), y que forma parte del cuadro disparatado que ofrece el Partido Popular, para regocijo de socialistas en general y estupor de millones y millones de votantes del PP que no entienden nada. Lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no acaba de nacer, seguramente porque no lo dejan con la vaina de los avales y las dificultades que encuentran las alternativas no controladas por los aparatos de los grandes y viejos partidos políticos occidentales. Que no acaban de morir, dando "las condiciones para hablar de tragedia", como dejó escrito Gramsci, fuente que no citó la presidente de la Comunidad de Madrid. La tragedia de la abstención, el abandono de la política y el desinterés por la construcción de la sociedad libre.

Salvo que todo sea lucha por el poder, pura y simple. En cuyo caso nada, nos convertimos en espectadores del drama, o de la comedia. O el esperpento.

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