EL ALAMBIQUE

Enrique / Bartolomé

Víctor Unzueta

ME encuentro triste. De viaje por Irlanda el pasado puente de mayo me entero de la desaparición de un buen amigo. En los últimos años una cruel enfermedad le apartó un poco del mundo, pero su buen recuerdo siempre permaneció vivo en mi memoria. La desaparición de Víctor Unzueta ha sido un mazazo en toda regla. Para la familia más directa, por supuesto, pero también para aquellos que compartimos con él momentos y circunstancias. Lo aprendido tiene ahora más valor, cuando uno de nuestros referentes en la juventud ha dicho adiós definitivamente. Hace algún tiempo, en esta misma columna dejé sentado lo que para mí había supuesto Víctor, y lo hacía a raíz de una decisión justa de la Junta de Gobierno Local, aprobando la rotulación de un paseo con su nombre. Decía en esa líneas impresas que "conocía a Víctor de siempre, según decían en casa había sido uno de los mejores amigos de mi tío Santiago Jiménez y sus hijas pertenecían a aquella amplia pandilla de amigos con la que me movía por El Puerto.¡ Con apenas 20 años y extraordinarias ganas de aprender, tuve la gran suerte de hallarme ante un ser humano con cualidades magistrales para enseñar lo esencial en la vida, serenidad y solidaridad, que en la distancia considero imprescindibles. Porque Víctor es para mí algo más que un compañero de partido o un amigo. Significó el faro al que acudía, cuando el rumbo tenía perdido.

Vitocho, como le llama mi madre, siempre estuvo comprometido con El Puerto. El talante de Víctor prevalece siempre. Su media sonrisa transmite elegancia, sosiego y tolerancia. Y su aspecto de buena persona es el fiel reflejo de su esmerada educación y su exquisito trato".

Ahora, cuando la guadaña impertérrita de la muerte hizo de las suyas una vez más, desde esa barandilla algodonosa de las nubes, Víctor mirará al mar que tanto quiso y a la ciudad a la que tanto amó. Los que nos quedamos, intentaremos solventar su pérdida recordando lo que nos dejó. Pensaremos, como ya hiciera Jorge Luis Borges que 'se vive mientras se permanece en la memoria de los hombres'. Y guardaremos, para seguir viviendo esa permanente sonrisa de Víctor. En su memoria, desde este hueco alargado, a su familia un fuerte abrazo.

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