DICEN que no hay mal que por bien no venga. Lo cual, unas veces se cumple, y otras no tanto. Pero del monumental lío que se ha organizado en torno a la sucesión de Miguel Blesa en la presidencia de Caja Madrid, puede que, de concretarse, tengamos como resultado un final feliz. Y es que Rodrigo Rato ocupe la presidencia de la segunda caja de ahorros de España y cuarta entidad financiera de nuestro país. Probablemente, si no se hubiese montado ese espectáculo, en el que se ha exteriorizado una guerra interna, largamente larvada entre Esperanza Aguirre y la dirección nacional del PP, además de, por supuesto Ruiz Gallardón, las posibilidades de Rodrigo Rato para el puesto -habida cuenta, que uno sepa, de que él no se postulaba- hubiesen sido muy pocas, ya que los candidatos que se barajaban, en ese pacto todavía no aclarado, con el PSOE madrileño, eran otros.

A todo esto, se puede uno imaginar el profundo cabreo que tendrá Rato, cuando haya visto de qué manera tan torticera se está utilizando su nombre y su prestigio, en una negociación descabellada, como la de condicionar su candidatura a la incoación de un expediente disciplinario al vicealcalde de Madrid. Es como mezclar las fresas con los pepinillos en vinagre.

Tan incoherente resulta esto que no hubiese sido extraño -cosa que no ha ocurrido a la hora de escribir estas líneas- que Rato hubiese hecho un educadísimo corte de mangas y se hubiese quedado fuera de la opereta. No nos olvidemos que, por motivos personales, fue capaz de renunciar a la dirección del Fondo Monetario Internacional que, comparado con Caja Madrid, por muy importante que ésta caja sea para nosotros, es como pasar de jugar la Champions a la Segunda B.

Pero, a lo que íbamos, y es que si, de todo esto se concreta la candidatura de Rodrigo Rato a la presidencia de la caja madrileña, habrá sido un éxito para el sistema financiero español. No es fácil encontrar un perfil como el suyo para entrar en un mundo, nunca fácil, pero ahora especialmente complicado y en profunda transformación. No vamos ahora a detallar las dificultades, no sólo del día a día, sino también de cara a planteamientos y estrategias de futuro, que la crisis que estamos padeciendo origina en el mundo de bancos y cajas.

Por eso resulta difícil de entender que una trayectoria como la del ex vicepresidente económico del Gobierno, y su idoneidad para un puesto de esta naturaleza, tengan que hacer equilibrios, y además en público, con la resolución de una pelea interna. Y sabe uno que en situaciones como ésta, resulta ingenuo hablar de sensatez y responsabilidad. Pero, por lo menos, nos podíamos quedar con la vergüenza torera.

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