Verde, no te quiero verde

El verde es un bonito color institucional para Vox, pero no puede ser su estado de desarrollo político

Anteayer hablé de las laberínticas bifurcaciones electorales de Sánchez y ayer del centrismo extremo de Ciudadanos. Hoy hablaré de Abascal. El laberinto de Casado es una línea recta, como aquél que soñó Borges. Tiene que sacar un voto más y un escaño más que Ciudadanos para poder liderar el "frente común", como él dice, según el "modelo andaluz". Le basta sortear el sorpasso naranja.

Con esa línea recta intersecta el laberinto de Vox. El PP da por sumados los escaños de Vox. Eso tiene algo bueno para Vox. No se le puede considerar un voto inútil cuando hasta los mayores propagandistas de su inutilidad cuentan con aprovecharlos.

El peligro radica en que se transmita la imagen de un apoyo automatizado. No ayuda la pasada negociación en Andalucía, en la que Vox sacó poca cosa concreta, aunque sí grandes logros simbólicos: 1) haber sido esencial para acabar con un régimen socialista de casi cuarenta años, 2) romper el cordón sanitario y 3) vivificar y marcar la agenda del debate político. Las circunstancias históricas justificaban que se cerrase el acuerdo de prisa y corriendo, y para Vox ha sido rentable; pero no amarró nada, como vamos viendo en la nueva Andalucía del PP y Cs. "Poco cambia con el cambio", ha resumido un decepcionado Antonio del Castillo.

Andalucía tiene que ser una excepción. Si Vox se encuentra (y se encontrará) en condiciones de facilitar gobiernos de centro-derecha, tiene que ponerlo más difícil. Aunque el verde sea su color, no puede estar verde, es decir, bisoño. Tiene que temer como la vara verde parecer la marca blanca del PP. Ha de apelar sólidamente a quienes no votarían al PP ni a C's por desconfianza hacia la solidez de sus principios.

Algunos lamentan que Vox no presente un programa acabado y completo de Gobierno. Yo no. ¿Para qué si, en principio, no va a gobernar? Mucho mejor sería un pliego refinado y realista de condiciones, escalonadas por orden de prioridad. Asuntos muy específicos que garantizar en las negociaciones. También sería deseable que exigiese gestionar áreas concretas, porque, como ya vemos en Andalucía, te pueden decir "sí, sí" y luego dejar el acuerdo vacío o tergiversarlo.

Dicen los de Vox que cuando les llaman "fascistas" no les quitan ni un voto; y es verdad. Pero cada vez que Casado da por descontado que pactará con Vox, muchos de sus potenciales votantes se tientan la papeleta. A los pactos hay que ponerle patas.

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