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Veo uniformes

Se pusieron a evitar desahucios, pero no se les ha visto pala en mano en la nieve, como a Aguado

Twitter es el velador de un viejo casino provinciano, es un tratado de chismetología, un depositorio de babas, la quintaesencia del chivateo, el critiqueo, el mosqueo y el cabreo. Es como alguien que ya murió y del que decían que mejor caer en un pozo que en su boca. Nadie salía inmune de un comentario suyo, sino malbaratado, sambenitado. He conocido a varios, por cierto, ahora que caigo. Forman parte del mal, que por Dios que existe. Plaga invencible. Pero es más cosas, twitter quiero decir. Es la denuncia urgente, el ingenio presto. Lo inmediato. Así leí ayer el zurriagazo siguiente: "Cuando hay que arrimar el hombro, sólo veo uniformes. Dónde están los antisistemas, okupas, populistas". El comentario precede a una foto en color de, efectivamente, un grupo de uniformados abriendo con palas un camino practicable en la nieve a la entrada de un hospital. Ignacio Aguado, ese tipo poco simpático de Ciudadanos de Madrid, pala en mano, lanza su mensaje tuitero, oh, abramos los caminos a los colegios, a los hospitales. Le ha quitado el rol a Pablo Iglesias y a Garzón, al que les va mejor ese ejercicio de generosidad para con la gente que lo está pasando mal, o eso han proclamado urbi et orbe. Se pusieron a evitar desahucios, pero no se les ha visto pala en mano en la nieve, como a Aguado. Pero sí, en todo esto hay una verdad evidente. Si somos solidarios, seámoslo. Porque si no lo somos es que no lo éramos y, por lo tanto, callados mejor, los uniformados se encargan. Lo mejor de todo lo malo que nos está ocurriendo es que nos está poniendo a cada uno en su sitio. Aplaudíamos cada tarde del verano a los sanitarios españoles, y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Con toda justicia. Valoramos muy positivamente, una vez más, a la Unidad Militar de Emergencia. Y a los bomberos, a los conductores de ambulancias, a la solidaridad, en definitiva. Ahora hemos debido rendirnos todos a esa solidaridad, pero hemos sabido por twitter que nati, en casa bajo una manta con la escopeta y los perros, que dice Fernando Santiago de los días malos para los cazadores.

Estábamos en lo que estábamos y llegó Filomena, que es el nombre de ruiseñor en la vieja poesía castellana. El canto de la dulce filomena no nos ha lanzada, pala en mano, a la nieve. Mejor los esquíes, la máquina de fotos, el vídeo del móvil. España se ha vuelto rara, o lo fue siempre; se ha convertido en la religión de esa fosa séptica llamada twitter, donde se insulta gratis y han echado a Trump, cuando ha perdido.

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