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La torre del vigía

Ana Rodríguez / De La Robla

Vándalos

LOS vándalos, como es sabido, integran ese trío de pueblos germánicos, junto a suevos y alanos, que, hostigados por los hunos, se acercaron a nuestra península a practicar turismo, allá por los comienzos del siglo V. Los vándalos eran gente de orden para los suyos propios, menos para los demás, más o menos como todos los pueblos que se han dedicado a ocupar territorios ajenos. Eso ya lo sabían los griegos, que cuando hablaban de los bárbaros se referían a "los otros", es decir, a todos los que no eran griegos. Los hispanos tardaron veinte años en verse libres de los vándalos, y en especial de los silingos, la rama mejor instalada, que acabó por marchar hacia África ante los requerimientos poco corteses de los romanos y sus aliados, los visigodos.

Suele designarse como vándalos a los individuos caracterizados por su salvajismo y su tendencia a causar destrozos en su entorno, generalmente en relación con bienes de propiedad y disfrute públicos. En esta, como en otras ocasiones, el Diccionario de la Academia, o el acervo popular, si se prefiere, incurren en delito de imprecisión y hasta injusticia. Los vándalos, más allá de su nombre, de vándalos tenían lo estricto y necesario para invadir unas tierras que no eran las propias: el reinado de Genserico y sus inmediatos sucesores en África se prolongó en plenitud y sin barrabasadas dignas de mención durante más de un siglo. En realidad, la acepción contemporánea del término 'vándalo' parece provenir de la Francia Revolucionaria, y en concreto del jansenista Henri Grégoire, que describió con tal adjetivo ante la Convención el comportamiento de las tropas republicanas. En España semejante acepción halló predicamento por razones obvias.

En los últimos días el vandalismo se ha adueñado de las calles gaditanas, cebándose particularmente en los adornos navideños propios de las fechas, aunque no es este un mal con calendario específico. A diferencia de los vándalos históricos, que batallaban por un lugar donde asentarse, los vándalos actuales arruinan patrimonio de su propiedad, y su victoria consiste en degradar la convivencia y el bienestar de todos. Por desgracia, la estupidez y la violencia caminan con suma frecuencia de la mano.

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