Cambio de sentido
Carmen Camacho
Te quiero
ES curioso que denominemos vacaciones a los meses de verano, quizá deberíamos replantearnoslo. Algunos no tenemos esos meses de vacaciones y sólo algunos privilegiados tienen más de un mes. Pero una mariposita revolotea en nuestro interior sintiendo que el verano llega… pensamos: playa, sol, lectura, tintito de verano, ropa alegre, fresquita… y luego llega la cruda realidad. Playa, pues no nos quejemos que tenemos una costa maravillosa, ahora bien quien disponga del tiempo para disfrutarla es otro asunto. Sol, sin duda nos llevamos el Oscar, nos broncea aunque estemos en casa con las persianas. Lectura, uno de mis mayores hobbies, y no será por oferta, pero disfrutar de un buen libro me exige una concentración que mis quehaceres como madre malabarista (igual que todas la madres) imposibilita. Tintito de verano, ni que decir tiene los controles de alcoholemia y las eternas dietas a las que nos someten los medios audiovisuales, aún más en esta época del año, intentando hacernos creer que conseguiremos un cuerpo que no tenemos en una edad que nunca volverá. Ropa alegre, casi mejor no comentarlo ya que alegre es, si bien las combinaciones entre esos atrevidos colores, como favorecen unos u otros a cada persona, y que no cualquier cosa vale para ir alegre, ya que puede caerse en el ridículo, hacen elegante en ocasiones al mismísimo Paco Clavel. Fresquita la ropa, pura necesidad, que esos michelines que deberíamos enseñar orgullosas y orgullosos, mostrar la edad como señal de vida y sabiduría, vienen lapidados por una estrechez y modelitos imposibles de llevar (a gusto y con buen gusto) salvo que seas una de las supermodelos (que no olvidemos que son tan humanas como nosotras y por las mañanas se levantan tan 'espeluka' como todas). Así que vacaciones… que cada uno le dé la definición propia según sus circunstancias. Yo tengo más tiempo para disfrutar de mi pequeña Eva y mi pequeño Pablo, para descansar siempre que mi hermosa descendencia lo estime oportuno y a mi mejor amigo, Javier, en España. ¿Qué más se puede pedir?
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