tribuna

Antonio Gutiérrez Limones

Valor y precio

E L presupuesto, más allá de presentar las prioridades de un gobierno en cifras, debería contener una propuesta que diera sentido a los sacrificios, no siempre justos, que se está asumiendo desde la sociedad española. Hace falta una hoja de ruta, dar a ciudadanos y empresas certezas sobre el futuro. Es preocupante que unos presupuestos no propongan a la sociedad española, a nuestros socios europeos y a los inversores, una política.

Lo que ahora se nos presenta es un catálogo de recortes, disfrazados de reformas, que delatan la falta de diagnóstico de sus mentores. Los responsables de su redacción tienen que comportarse como algo más que administradores concursales, son ustedes políticos y es una política lo que se espera de ustedes.

Se trata de unos presupuestos desvinculados de la realidad, que no generan ni confianza en los inversores ni esperanza en los ciudadanos. Los dos fundamentos de un presupuesto, ingresos y gastos, carecen del necesario rigor.

Por el lado de los ingresos obvia, a pesar de los informes del BdE y del conjunto de los analistas, la significativa caída de ingresos que se están produciendo como consecuencia de la crisis y las políticas puramente contractivas promovidas por el Gobierno y Alemania. En un entorno como este no es posible tomarse en serio las previsiones y, si esa parte de la ecuación es incorrecta, la arquitectura presupuestaria colapsa. El Gobierno es víctima, en este caso, de algo sabido, aunque demagógicamente desconocido por sus responsables: la caída de los ingresos, no los esfuerzos en la restricción del gasto, fueron el origen de los problemas que impidieron alcanzar el déficit público comprometido por el gobierno anterior y por algunos gobiernos autonómicos, entre otros algunos del PP. El BdE lo ha manifestado con total rotundidad: "De la desviación presupuestaria observada en 2011, en torno a un 90% del total se debió a la extrema debilidad de los ingresos públicos, que se redujeron en algo más de un punto con respecto a 2010, hasta el 35,1 del PIB. El gasto público, por su parte, se contrajo un 2,3% en 2011" y tras demostrar que los señores del actual gobierno mintieron al acusar a otros de mentir, señala algunos elementos preocupantes: "el impuesto sobre sociedades presenta una cifra negativa por el exceso de devoluciones… se observan tasas negativas en la grandes rúbricas… con caídas del 2,7% en el IRPF,…del 9,8% del IVA y del 3,3% de los impuestos especiales…". Esta tendencia, de la que daba cuenta el Boletín del BdE del pasado mes de abril, se ha visto reforzada por algunos datos recientes que alertan de la bajada en la recaudación: "Los ingresos tributarios se hunden y complican la reducción del déficit" titulaba un diario económico el pasado 30 de mayo y concretaba: "La recaudación del IRPF retrocede un 0,2% a pesar de la subida del impuestos… El IVA se desploma un 0,8%...". Por no hablar del dudoso éxito económico de una medida tan radicalmente injusta como su amnistía fiscal.

Confirmando que el camino trazado era un castillo en el aire, y con los presupuestos recién horneados, el Gobierno comienza a lanzar globos sonda sobre el "céntimo verde" o la revisión de la deducción por vivienda que se resistió a considerar hace sólo unas horas. Tal vez, al haberse situado el déficit casi un punto por encima del que tuvimos hace un año, les haya hecho reconsiderar su opinión sobre algunos temas.

También conviene explicar -siguiendo la lógica del Gobierno- quién les ha mentido, quién ha ocultado los datos; cómo es posible que no supieran, al redactar y tramitar los Presupuestos Generales, que la recaudación efectiva hacía muy difícil alcanzar los objetivos propuestos.

Hay un problema mayor, no hablan de cómo vamos a crecer. Cómo vamos a pasar del -1,7% previsto por Funcas o el -1,8% vaticinado por el FMI para 2012 a los números positivos. Sólo hay dos formas de hacerlo: la primera es que el Gobierno hubiera identificado un vector de la economía española capaz de ese efecto tractor y, tras comunicárselo a la sociedad española para darle confianza y convocarles a reforzarlo, hubiera diseñado las políticas para mejorar las opciones del mismo; la segunda es que tuvieran la voluntad de crearlo y hubieran hecho unos presupuestos en los figuraran apuestas claras en este sentido: no es el caso.

Roza lo incomprensible la falta de alineamiento con las estrategias de crecimiento europeas promovidas en el marco del programa de "crecimiento inteligente". Nuestras políticas industriales, las políticas de energías renovables - tan irreflexivamente criticadas por la derecha cuando tenemos una dependencia energética 20 puntos superior a la de la UE -, o los restos de lo que un día fue una política I+D+i no están diseñadas, precisamente, para confluir con las orientaciones comunitarias.

Un diagnóstico inconsistente que no refleja tendencias conocidas ni propone objetivos de crecimiento identificables a la sociedad española no puede ser el presupuesto con el que salgamos de esta situación.

Además, como andaluz, tengo otra crítica que tiene que ver con su incapacidad para contar: desconocen ustedes cuántos ciudadanos viven en Andalucía. En segundo lugar, no respetan el Estatuto que ustedes votaron en Andalucía y en el Parlamento de España.

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