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Vacunas y bovinas

Transmitir que la vacuna será obligatoria no favorece ni la vacunación ni la confianza

Una pena que no se me haya ocurrido a mí, y otra pena que no sepa quién lo dijo para rendir un homenaje a la inteligencia. Por un compañero de trabajo me entero de que en alguna radio (ni la cadena recuerda) alguien argumentó que el Gobierno estaba haciendo muy mal lo de las vacunas. Si en vez de decir que serán obligatorias o que harán todo lo posible para que lo sean, dijera que serán exclusivas y muy difíciles de conseguir, en diez días tendría a todo el mundo matándose por vacunarse motu proprio.

Es algo tan evidente y basta ver, además, el número exiguo de los antivacunas que teníamos antes, que uno se pregunta por qué no han optado por ese método inducido o, digamos, soft y maquiavélico. En cambio, con el gesto autoritario de avisar que nos van a vacunar a todos por las buenas o a las malas, levantan sospechas incluso en los menos conspiranoicos del mundo.

Como hijo de farmacéuticos, he tenido una relación de estrecha familiaridad con los medicamentos y las vacunas. Bisnieto de médico y de, ejem, veterinario no le tengo miedo a las jeringuillas. Sin embargo, como la ley internacional es clara diciendo que los tratamientos y las vacunas han de ser voluntarios, no sé qué necesidad había de hacer postureo justo ahora, justo -digo- cuando hay unas vacunas que se han creado saliéndose por las curvas de los plazos estándar de la investigación médica.

Porque pongamos que la vacuna no tiene ningún efecto secundario o imprevisto y es maravillosa, como todos deseamos, ¿no es ya un efecto secundario, imprevisto, contraproducente y peligroso para la salud siquiera política que un Gobierno se entrometa en la libertad de sus ciudadanos también en esto y por las bravas? A ver si el Gobierno lo que pretende, consciente o inconscientemente, es hacer la enésima demostración de su poder con la excusa de la pandemia y dejar claro a los ciudadanos que aquí manda él. Para nuestro bien, oh, sí; pero por su poder, que es el bien que más les llama. Quieren vacunas, pero más aún, masas bovinas.

Todo lo cual es mucho más llamativo porque la obligación, como decía aquel ignoto comentarista, sería absolutamente innecesaria; y hasta quién sabe si tendrán vacunas para todos, incluso. Como bastarían los naturales instintos de la gente: su deseo de salud, sus querencias emulativas, el boca a boca, las ganas de no ser menos que nadie, etc., la obligatoriedad con la que nos amenazan escama.

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