Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Vacunas Hacendado

Todo bar que se precie tiene un parroquiano que imparte doctrina sobre vacunas desde antes de que llegaran los cuñados a casa

UNA de las escasas ventajas de estar en la edad provecta es que te llamen para la vacuna. Yo, sin ir más lejos, voy hoy a mi centro de salud en la Barriada de la Paz a hacer uso del sistema nacional de salud. No he preguntado la marca de la vacuna ni me importa, si es de tal multinacional o de tal otra, si es con ARN mensajero o con virus atenuado. Me es indiferente qué multinacional fabrica lo que me van a poner, si tiene en su capital no sé qué fondo de inversión o si cotiza en la Bolsa de Londres o en la de Nueva York. No pregunté cuando me puse las vacunas de la gripe y de la neumonía en otoño. Cuando años atrás me puse las del tétanos, la hepatitis, el tifus y la meningitis no supe si eran de Moderna, de Pfizer, de Astrazeneca, de Johnson (por cierto, tengo un carnet de vacunación desde hace 20 años expedido por la Organización Mundial de la Salud). Supongo que cuando en el colegio me pusieron las vacunas contra la tuberculosis o la polio en algún papel lo inscribieron también. De la misma manera cuando me recetan un principio activo voy a la farmacia y recojo lo que me dan sin preguntar qué laboratorio la ha fabricado. Doy por supuesto que todo medicamento es eficaz y seguro, con algunas contraindicaciones: los que no creemos en Dios no nos queda más remedio que creer en los médicos.

Digo más: detesto la literatura farmacéutica, no me leo ni un solo prospecto kilométrico con toda la información detallada de efectos secundarios, recomendaciones y usos. Me importa un pimiento la casuística del cuñado del vecino de mi prima que se puso la vacuna de Astrazeneca, le dolió un dedo o le dio reacción un día, me es por completo indiferente. Desde aquí os lo digo: no me contéis chismes de las vacunas porque no me interesan. Ahora todos somos de la chirigota Los Enteraos: "yo, que he estado 30 años vendiendo pipas frente a la Residencia Zamacola, a mí me van a contar de vacunas y reacciones". No hay bar que se precie que no tenga a un parroquiano que imparta doctrina sobre vacunas desde antes de que llegaran los cuñaos a las casas. No hay trabajo donde no haya un compañero que se las sabe todas, no tiene ni idea de si van a cerrar Airbus pero se sabe de memorieta vida y milagros de cada vacuna, conoce a la perfección a no sé quién que le ha pasado no sé qué, lo que ha dicho Merkel, la opinión de Boris Johnson y ha visto al alcalde de Chiclana cómo se quitaba la camisa para que le pincharan. Le da igual de dónde sale el dinero para pagar inyecciones, ERTEs, autónomos y ayudas a la hostelería, pero se sabe cuándo le va a tocar a cada grupo de edad. El sábado en el bar había uno que decía que todos los militantes de Unidas Podemos habían pedido que les vacunasen con Sputnik, la de los camaradas rusos.

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