CUANDO ocurren cosas como la publicación, días atrás, del artículo de Miguel Cardenal en defensa del Barcelona, no puedo dejar de sospechar que detrás hay algo de lo que no sabemos nada pero podemos sospechar todo. Y constato que siempre es lo mismo, que los poderosos siempre encuentran otro poderoso que los defienda. Resulta que hay un proceso contra un club de fútbol por presunto fraude a Hacienda, y un alto cargo del Gobierno sale con todo el poder de su firma y su alto rango en su defensa cuando el caso aún está empezando su andadura en los tribunales. No sólo expresa su opinión de que el Barça es inocente y de que nadie de esa entidad se ha lucrado ilegalmente con esto, que podría admitirse como opinión, sino que se permite poner en duda el proceso, calificándolo de desmesura.

Usted que lee esto no puede ni imaginarse envuelto en una situación como ésta. Claro, le ocurre como a mí, que le resulta imposible defraudar a Hacienda, en el supuesto caso de que lo deseara. Usted está controlado, con suerte, por una nómina. Pero si usted tuviera la mala suerte de equivocarse con una cuenta, o si se le ocurriera la descabellada idea de desgravarse unos euritos de más en la declaración, y si lo pillaran, a usted le retrasarían la devolución por esos euritos. Al Barça parece que también. Hasta ahí llega el parecido, porque a usted no le escribiría un artículo ningún capitoste del Gobieno. De usted que, con suerte, va a trabajar todos los días y colabora con la economía del país consumiendo lo que le dejan, que sostiene seguramente las necesidades físicas y espirituales de una familia, que paga sus impuestos y hasta es posible que haya contribuido en alguna causa solidaria con motivo de una desgracia natural, de usted no dirá nunca ningún secretario de Estado que está contribuyendo a la buena fama de la Marca España. Mala suerte, qué le vamos a hacer.