Nuestros mayores se llevaron toda la vida implorando la llegada de la democracia, el derecho a poder elegir a quien te gobierne y te represente en el Congreso. Cuando las cosas empiezan a ser rutinarias y metemos el voto en la urna como una pizza en el horno, nos olvidamos de que hace poco no había donde elegir, sino que todo llegaba impuesto. Ahora que tenemos la potestad de escribir nuestro destino nos empeñamos en inventarnos conspiraciones de todo tipo para no respetar lo que ha salido en las urnas. Tenemos un sistema parlamentario que permite las coaliciones y la suma de diputados para convertirse en mayoría. El problema es que solo lo aceptamos si son del color que hemos votado y cuando no es de nuestro agrado, pues nos tiramos a la calle. Ocurrió en la Junta y ahora con el central. Lo peor de todo es que nos dejamos manipular por supuestas plataformas que son marcas blancas de partidos con intereses.

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