Cuentan los estudiantes que corrían delante de los grises en Madrid que la Universidad fue un espacio de compromiso por la democracia y la libertad que dio más de un quebradero de cabeza a la dictadura franquista, que, por ejemplo, expulsó de su puesto al profesor Tierno Galván, junto a otros docentes, por incitar a la subversión. Eran, evidentemente, tiempos difíciles, tiempos de pensamiento único en los que nadar a contracorriente era perseguido y en los que fue habitual ver a la Policía cargando contra los estudiantes. Pese a ello, la Universidad mantuvo su apuesta por una España libre, pero de verdad, y el país de hoy debe dar las gracias a aquellos que enarbolaron aquella bandera de resistencia. Por eso apena que ahora, cuando la sociedad es más libre que entonces, haya quien no entienda que la Universidad es un espacio de libertad y tolerancia donde las ideas se deben rebatir con palabras y no con violencia.

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