El problema no es la tumba. Tampoco está en lo que oculta ni en lo que significa, aunque en la raíz del problema se encuentre su histórica trayectoria golpista y dictatorial. El problema, su dimensión más preocupante, radica en lo que hay más allá de esa tumba, en aquello que trasciende a las decisiones políticas y a las resoluciones judiciales: lo que se esconde detrás del empecinamiento de algunos en seguir disfrazando de cuarenta años de paz una etapa oscura y terrible de este país eternamente enfrentado. El problema no es la tumba, es la reacción alérgica (antidemocrática) que provoca la decisión entre quienes se oponen a ella, ese tufillo a grifo monomando oxidado y atascado incapaz de calibrar dónde está el punto intermedio entre el agua fría y la caliente, entre el punto azul y el rojo, el equilibrio para que todo fluya. El problema no está en la tumba, está más allá: en los ultras.
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