Última curva

Gracias a la artimaña ceutí, el PSOE ha logrado que el PP se distancie más notoriamente del señor Abascal

Psoe y PP llevan pactando cuatro décadas con la derecha ultramontana y xenófoba de la periferia (PNV y CIU, principalmente), sin que esto les haya supuesto problema alguno. De modo que lo ocurrido en Ceuta con Vox no puede atribuirse a una razón ideológica y sí a una cuestión de estrategia. Por supuesto, Vox es un partido nacionalista de derechas -mucho más moderado que sus homólogos regionales--; pero, sobre todo, Vox es una suerte de PP en la emigración, cuyo regreso se espera, con nostalgia, en el partido del señor Casado. Y parece que ese momento, el momento de la vuelta a casa, ya se halla muy cercano.

Gracias a la artimaña ceutí, el PSOE ha logrado que el PP se distancie más notoriamente del señor Abascal, siendo así que la "cruzada contra el fascismo" emprendida por la izquierda celtíbera, parece que tendrá su mayor fruto en la consolidación del centro-derecha español. Un centro-derecha, indudablemente social-demócrata (como cualquier partido después de la segunda guerra mundial), y acaso algo demócrata-cristiano; pero un centro-derecha, principalmente, cuyo distintivo actual es la urgencia por devorar al vecino, sentado a la diestra de joven Casado. Aclaremos, por otra parte, que esta ayuda del PSOE es totalmente involuntaria. Y que es su persistente orillamiento de Vox (orillamiento instigado por un PSOE que se apoya, sin complejos, en los alegres golpistas de ERC), quien ha facilitado este previsible deshagüe de votos hacia el moderantismo y el posibilismo de centro. Todo lo cual conduce, por renglones torcidos, hacia el recto bipartidismo de otra hora, del que habrá que descontar, llegado el momento, la reordenación del PSOE, cuando toque a su fin la aventura gubernamental en la que hoy bogamos.

Este trabajo de subsunción ya lo ha hecho el PSOE con su socio podemita, ora socarrándolo en las labores de gobierno, ora fomentando las puerilidades y eslóganes en los que se sustenta. En buena medida, el partido del señor Iglesias es hoy una empresa que pertenece, como se dice en Las mil y una noches, a "las naciones de lo pasado y los pueblos de lo pretérito". Este mismo proceso de momificación es el que parece abordar el PP sobre el cuerpo, aún vivo y pimpante, de Vox. Digamos que el PP ha llegado a la última curva, antes de aparecerse ante nosotros como el galán que necesita España. Si éste fuera el caso, aún queda por saber quién trae del brazo -Cs, PNV, quién- a este mocito trigueño.

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