Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Turbulencia en el vuelo barato

En los vuelos anteriores a 1985, fecha en la que nació Ryanair, se producían fenómenos de consumo sorprendentes, cuyo ejemplo más enigmático era el trasiego de zumo de tomate por parte de buena parte del pasaje: apuesto a que -como a quien suscribe- no se les ocurría tomar tal bebedizo en casa. Las señoras emperifolladas, luciendo tacones, sombreros de caché y bolsos de marca formaban parte del paisaje de los aeropuertos, que nada tenía que ver con la estabulación alborotada y las correntías de turistas haciendo cola que ahora los caracterizan. El llamado bajo coste (entregamos la cuchara castellana y diremos low cost) no lo inventó la compañía irlandesa de Michael O'Leary, sino que fue la estadounidense Pacific Southwest Airlines en 1948 la que comenzó a ofrecer vuelos baratos, dicha sea esta palabra en ambas acepciones: de bajo precio y de baja calidad, proveyendo un servicio disminuido, desprovisto de detalles o comodidades. Resulta llamativo que la aerolínea pionera del ramo muriera justo cuando nacía la reina -reina europea- del low cost, Ryanair, que golpeó en el hígado, en el mentón y en la cuenta de resultados de las llamadas compañías de bandera -Iberia, en nuestro caso-. Un sorpasso histórico.

De la mano, los clientes de vuelos comerciales también han mutado en bajo coste, mejor dicho, bajos ingresos y mutados pelaje y atuendo. Se obró la democratización del turismo, que tiene otro rasgo sociológico que no necesita explicación: los jóvenes de hoy, hijos de internet, han viajado cien veces más que sus padres cuando éstos tenían su edad. Son auténticos cracs aeroportuarios. Ya no hay viajeros, mientras que los turistas se han multiplicado enormemente. La pandemia atizó a las compañías low cost, y el encarecimiento del combustible y, en general, todo suministro las ha hecho zozobrar. Hasta tal punto, que se han visto obligadas a redefinirse, que diría un consultant. Los precios a 9,99 el trayecto van a ser cosa del pasado. Los billetes a 40 subirán a 50 como mínimo, y esa tarifa dará derecho al estricto servicio genérico: a desplazarte a un aeropuerto secundario en Bérgamo, Stanstead o Gerona, adonde el turista de batalla llega muchas veces sin mayor criterio que el del menor precio. Eso aseguraba hace tres días O'Leary, un tipo aguerrido, capaz -su éxito es de leyenda- y francamente provocador. Aprovechó para llamar a los huelguistas españoles de su empresa "comunistas" (palabra, por cierto, renacida de sus cenizas para regusto de los extremosos de la otra banda; y es que hasta el comunismo hoy es de bajo perfil).

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