Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

'Tuneado' cultural

EL largo ciclo de bonanza, quebrado hace medio año, extendió entre los españoles formas de vida y cultura aparentemente cercanas al concepto del nuevo rico. Hay muchos nuevos falsos ricos, un punto horteras, con un toque de bisutería de la imagen, de los que cultivan la apariencia hasta camuflar su propia realidad. Nuevos ricos relativos, ahora pobres con hipotecas, víctimas de un presente aplazado o de un futuro de pagos comprometidos.

En España, el crecimiento económico se ha notado más en el ladrillo, en el parque automovilístico e, incluso, con un récord europeo, de operaciones en clínicas de cirugía estética, beneficiarias de las malformaciones que provocan los peores nutrientes culturales del continente. Tampoco se queda atrás, pero ésa es otra cuestión, la falta de transparencia en las administraciones públicas, que es una de las tapaderas de la corrupción, o el número de antros de carretera por cada 100 kilómetros.

Estas peculiaridades del paisaje no parecen inquietar, ni siquiera cuando los sedimentos de la pasada abundancia conviven con los indicadores culturales más bajos de Europa y los parámetros académicos menos favorecidos, aspectos que son muy difíciles de entreverar, en una sociedad globalizada, con la retórica habitual que interpreta nuestra fortuna desde las posiciones de poder.

El tuneado cultural, que nace en parte de las dietas empobrecidas de nuestros consumos mediáticos, viste por fuera, con ropa de marca, inteligencias desamuebladas. Encabezamos la tasa de abandono escolar en Europa, que entre los muchachos andaluces supera el 45%. La llamada octava potencia mundial, en fin, sólo tiene una universidad entre las 200 primeras del mundo, por no hablar del plano más carencial de la investigación.

Ahora que las estadísticas nos amenazan con la incertidumbre, no es mal momento para entender que hay parámetros menos sujetos a la mundialización y a la economía globalizada, como son los educativos y culturales, donde cabe intervenir con políticas públicas nacionales o autonómicas. No es posible imaginar un futuro mejor sólo con la recuperación de la economía, que va de suyo. La convergencia real con las sociedades más evolucionadas no radica tanto en el ladrillo como en la inteligencia constructiva. Tampoco es hora de volver al pan y toros, como placebo del bienestar, o rescatar el espíritu del frijolito, esto es, de la filosofía pobre del culebrón importado. Hoy, como siempre, se sale de la crisis por la senda del conocimiento y la cultura, por eso sorprende que algunas fresadoras presupuestarias amenacen con suprimir la tiza de las aulas. La salsa boloñesa, de moda en las universidades, siempre ha estado relacionada con la pasta…

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