Federico J. Soriguer / Jefe De Servicio De Endocrinología Y Nutrición Del Hospital Universitario Carlos Haya

Trabajar sin trabajo

El ser humano moderno ocupa la mayor parte de su tiempo haciendo una actividad que no consume energía pero sí tiempo · Eso es algo insalubre

En la Edad Media los campesinos y los siervos trabajaban todo el día. Sólo en el siglo XVIII, tras la aparición de las primeras máquinas, la jornada laboral bajó a las ochenta horas semanales. Tuvo aún que ocurrir la matanza del primero de mayo de Chicago para que se consolidara la famosa regla de los tres tercios, ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de tiempo libre. Y así han pasado muchos años hasta que los socialistas franceses, en solitario, se atrevieron a finales del siglo XX, a imponer la jornada de las treinta y cinco horas semanales. La derecha francesa ha vuelto a imponer la jornada de cuarenta horas y en Estados Unidos es normal trabajar diez o doce horas diaria. Hay muchas razones para preocuparse por este nuevo e invisible amo que nos convierte en ejemplares y felices camaradas Stajanow. Hay también razones clínicas.

Por primera vez en la historia de la especie humana es posible trabajar sin consumir un solo Julio, sin tener que desarrollar un sólo Newton. Trabajamos sin trabajo. Un peligroso juego de palabras. El ser humano es la consecuencia de la relación entre los genes, unidades de información biológica, y los memes (Dworkin), esas unidades de información cultural. Los primeros son estables y se han ido acomodando al ambiente, muy lentamente a lo largo de millones de años. Los memes son cambiantes y en los últimos tiempos han experimentado una transformación radical. La radical sedentarización de la sociedad moderna. Y sin embargo un adecuado equilibrio entre los genes y los memes es una condición necesaria para la salud del cuerpo y del alma.

La mayor parte de la energía diaria que el hombre necesita es utilizada para el mantenimiento a ralentí de esa maravillosa máquina que es el cuerpo humano. Pero mientras que nuestro cuerpo es idéntico al del primer cromañón, las demandas de energía debida a la actividad han descendido extraordinariamente. Por eso la única solución para no aumentar de peso es reducir las calorías procedentes de los alimentos a las equivalentes a las que gasta este cuerpo a ralentí. Pero la actividad física satisface otras muchas demandas biológicas y emocionales. El humano moderno ocupa la mayor parte de su tiempo haciendo una actividad que no consumen energía pero sí tiempo. Entonces, ¿cómo podremos reajustar este equilibrio entre los genes y los memes, tan importante para la homeostasis biológica y corporal? El ocio era antes lo contrario del trabajo, del negocio (negación del ocio). Un ocio necesario para recuperar fuerzas. Pero el nuevo trabajo, los nuevos negocios, no consumen energía. Trabajamos y holgamos sin trabajar. Como no es cosa de volver al viejo tajo no hay otra solución que trabajar mientras holgamos.

Un trabajo que sólo consume tiempo pero no energía es un trabajo insalubre, como podía serlo el trabajo en las minas de carbón. Pero el trabajo que no consume energía pero agota puede ser un tormento. La reducción de la jornada es una obligación clínica, una exigencia laboral basada en demandas de salud. La única forma de que los ciudadanos tengan tiempo libre para hacer ejercicio, para desarrollar el trabajo físico necesario para estar sanos Para reconciliar la biología con su destino.

Las nuevas demandas laborales sobre la reducción del horario laboral no deberían estar basadas en el derecho al ocio, sino en el derecho al trabajo no productivo como necesidad biológica. En la conquista del tiempo personal que algunos llaman libre con excesiva alegría. En la conquista del tiempo, como siempre y casi nada. Un empeño que por lo que se ve no parece nada fácil.

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