RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

Tomás Gómez y cromos

TOMÁS Gómez ha dicho que quiere seguir siendo Tomás Gómez, el alcalde de Parla, el secretario general del PSOE de Madrid y el candidato a la Presidencia de la Comunidad. Así fue presentado hace unos años frente a quienes no le conocían, como ese mirlo blanco de la federación madrileña destinado a ejercer de reflejo del líder, como respuesta humana a la designación divina. En los últimos años, Zapatero ha imbuido de su propio espíritu a un puñado de líderes hechos a su imagen y semejanza. Es el caso de Patxi López, que le ha salido bien, y podría ser también el de Tomás Gómez, que al parecer no va a salirle de ninguna manera. Es como si ahora Tomás Gómez fuera el problema de Madrid, cuando lo único que ha hecho el exitoso alcalde de Parla ha sido postularse para lo que antes fuera designado. El caso no es equiparable al de Gallardón, que avanzó sin apoyos: ni está ni se le espera, debieron de decir en su partido, y así se quedó, solo. Tomás Gómez está, y además también se le esperaba porque fue presentado para eso. No se ha saltado el guión, sino que lo ha cumplido, y además ha impulsado una nueva imagen del PSOE en Madrid, mucho más integrada y sin fisuras, después de la hecatombe de aquellas elecciones perdidas turbiamente por Simancas, que en realidad ganó. Gallardón salió al frente con mucha valentía, con la ambición visible y un resto final algo suicida, que pudo salirle peor, y Tomás Gómez en cambio se ha limitado a continuar su propio trabajo, cuyo colofón es ser el candidato.

Desde las mismas esferas que en su día publicitaron bien a Gómez, ahora se le defenestra. Con o sin primarias de por medio, se busca un candidato en plan estrella, que acabará estrellado. Porque la gente, lo que quiere, es alguien que trabaje el cuerpo a cuerpo con la realidad diaria, y esto es lo que ha hecho Tomás Gómez. Ahora Zapatero habla de Trinidad Jiménez, que anda en su ministerio, que se sepa, y también de Jaime Lissavetzky, harto de recoger medallas que han ganado otros. No discuto aquí, que no es el tema, los posibles valores de los dos, sino la concepción de las candidaturas no como una consecuencia legítima del trabajo bien hecho, sino como una especie de condecoración que tiene más que ver con un presunto electoralismo, que luego sale mal, que con la verdadera política. Porque, vamos a ver: si un secretario provincial, o federal, o lo que sea, es el que se está batiendo el cobre palmo a palmo con la realidad de todos, ¿a qué viene traerse ahora una cara mediática, tan intercambiable como un cromo?

Luego una lección rapidita, un par de tardes a lo Jordi Sevilla, y a actuar.

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