Las primarias del PP parten con marcada rivalidad en hechos diferenciales o tipos típicos. Véase. El joven Casado es joven, y lo ostenta. Dolores de Cospedal es mujer y salta a la vista y ha dicho que quiere ser la primera presidente del PP y de España. Soraya Saénz de Santamaría también (lo desea y es mujer). Margallo es un señor mayor y hace de eso su baza.

Lejos de mí suponer que son minucias. La juventud de Casado transmite renovación, porque Pablo ha sabido, paradójicamente, no casarse con nadie a pesar de sus puestos orgánicos y no trae en la mochila ningún régimen de gananciales con el rajoyismo. Si fuese el PP, frente a tantos aspavientos paritarios de otros, el primero que presentase una mujer para presidente, sería un magnífico golpe de efecto, coherente con la historia de España, donde el conservadurismo siempre confió más en las mujeres y les dio el voto, y con la política europea comparada de Thatcher a Merkel. El efecto senatorial de Margallo no hay que desdeñarlo. Por oposición icónica a los jóvenes Sánchez, Iglesias y Rivera, porque el votante medio del PP supera la media de edad y por sus loas y guiños al añorado talento de la transición.

Obsérvese que, de los otros candidatos, García-Hernández y Bayo, de los que hablamos menos, o del incompareciente Núñez Feijóo, ninguno se puede agarrar a ningún tipo prestigioso. Quién sabe si hablamos poco de ellos por eso o si Núñez Feijóo no se presentó incluso por ser demasiado blanco, hombre y de mediana edad, si disculpan mi desmesurada exageración a efectos narrativos.

La suerte para el PP es que teniendo unos candidatos que cuentan todos con tan fotogénicos perfiles, se van a anular unos a otros el hecho diferencial. Van a tener, por tanto, que hablar de ideas, esto es, de los clásicos topos políticos: España, la libertad, los impuestos, la Constitución, la ley electoral, el aborto, la educación, la crisis demográfica… Que es, con permiso de la política 2.0 de la imagen, lo interesante.

Sáenz de Santamaría parte con la ventaja de recoger el sentimiento de orfandad que ha dejado la marcha inesperada de Rajoy. Es la huerfanita por excelencia, pero, como a su jefe, se le desconocen principios ideológicos. Los otros tendrán que ir posicionándose en la escala que va del centro reformista hasta la derecha con complejos (más allá ya no es el PP), con todos los matices posibles, que son muchos. Que empiece ya.

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