Tiempo de reflexión

Y la situación de Andalucía exige un tiempo para analizar graves cuestiones económicas, sociales y culturales

Puede que este periodo, previo a una convocatoria de elecciones, sea el más propicio para que, con sosiego, los partidos políticos recojan, por escrito, sus reflexiones sobre los problemas pendientes en Andalucía. Más tarde, lo inmediato impondrá sus necesidades y pensar se convertirá en un lujo para unos políticos que sólo están acostumbrados a polémicas frontales, con más gritos que ideas. Y la situación actual de Andalucía merece y exige un tiempo para analizar graves cuestiones económicas, sociales y culturales que ni se resuelven, ni se plantean. Recoger, como antes, los problemas candentes en un programa, por escrito, no garantiza su resolución, pero cuando menos testimonia una preocupación latente y el deseo de no olvidarlos. Significa mucho más que contratar a un experto o una empresa publicitaria para que elija una frase ocurrente y vacía, que incluya la palabra cambio, por ejemplo, y a repetirla miles de veces. Por eso, no hay que hacerse ilusiones utópicas: redactar una especie de programa requiere su tiempo, contar con ideas, saber exponerlas, resumirlas, en 15 o 20 páginas, y sobre todo compromete. Lo escrito queda, lo dicho, en un mitin o ante un auditorio adicto, se evapora. Además, exige una disciplina intelectual ya perdida. Sin embargo, sería una forma muy digna de recuperar a esos votantes que han desertado, al comprobar cómo los políticos sólo les dedican frases ingeniosas concebidas para mentalidades infantilizadas. El votante que se considera adulto, vote al partido que vote, quisiera encontrar en ese cuadernillo, en esas pocas páginas, desprovistas de retórica, primero (es un ejemplo) un breve análisis de la situación actual de Andalucía; después, se podría añadir un diagnóstico político del porqué se arrastran desde hace tanto tiempo los mismos problemas. A continuación, encajarían unas razonadas críticas hacia el comportamiento de los restantes partidos, sin excluir una posible autocrítica de los fallos propios. Y, para finalizar, la parte más técnica y concreta de propuestas básicas, correctoras o reformistas a llevar a cabo, en caso de que el reparto de los votos lo permitiesen. Sin olvidar (porque suele olvidarse) asignarle un papel primordial a Andalucía a la hora de articular su conexión con el resto de las comunidades españolas y europeas. Es previsible que estas viejas sugerencias caigan en saco roto. No pasarán de ser un simple gesto recordatorio y voluntarista, pero, de todos modos, no está mal airearlas, por si acaso.

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