Yo te digo mi verdad

Testosterona literaria

Que una librería especializada en literatura femenina haya retirado las obras de Carmen Mola sí que produce desazón

NO sé, a lo mejor es por el exceso de testosterona que se nos achaca a todos los hombres aunque ya hayamos pasado muy de largo la sesentena, pero no veo yo el escándalo antifeminista en el hecho de que tres escritores se hayan puesto a escribir best-sellers y a ganar premios millonarios usando un pseudónimo de mujer. Me parece más bien un juego de mercadotecnia en el que al parecer han caído muchos y, naturalmente, muchas.

No puedo hablar de los libros de los tal Carmen Mola, puesto que no los he leído, pero supongo que en esta actual, como en todas las críticas, los análisis deben ir dirigidos hacia la calidad buena o mala de las obras que escriben y no a la idoneidad de la firma. Debería ser igual que hubieran utilizado el nombre del Pato Donald, o la Vaca Paca.

Me resulta difícil apreciar el ánimo de ataque, injuria o burla al feminismo por parte de los tres autores pero, claro, yo no puedo estar entre las burladas. Y si en cambio han querido, como se dice, aprovecharse del prestigio y éxito de ventas que tienen en los últimos años en España las novelas de intriga escritas por mujeres, no habría aquí más que un homenaje y reconocimiento claro de la importancia de los nombres femeninos en la literatura actual, así como del marchamo de triunfo que supone que las investigadoras protagonistas de la trama sean igualmente mujeres.

Que una librería madrileña especializada en literatura femenina haya retirado públicamente las obras de Carmen Mola sí que produce desazón, al poner el acento y presumir de algo terrible: que lo importante no son los libros sino quienes creemos que los escriben. Unos ejemplares que antes lucían con orgullo, y que probablemente hayan alabado y recomendado cientos de veces a sus clientes, pasan ahora como tantas veces en la Historia y por tantas razones, a estar proscritos.

Sabemos que durante siglos muchas escritoras, y artistas mujeres en general, tuvieron que esconderse detrás de un apelativo masculino para ser tenidas en cuenta y poder mostrar sus obras. Era un síntoma claro de la oprobiosa dominación masculina. ¿No será el caso de esta escritora ficticia una demostración de que los papeles están cambiando sensiblemente, entonces? ¿No será que con este 'escándalo' lo que se demuestra con una especie de prueba del nueve es que no existe literatura femenina ni masculina, sino sólo Literatura? ¿No tendríamos que celebrarlo, pues? Eso, o es la testosterona, ya digo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios