En la Casa Blanca no temen este mes la factura de la luz. Su coste será peccata minuta al lado del recibo telefónico del nuevo presidente. A Donald Trump le ha gustado el invento y habla con sus colegas de todo el mundo a través de conferencias telefónicas que deben valer un pico. Australia, China, Reino Unido, Alemania, Francia, España... Y si se enfada con su interlocutor, le cuelga y ordena que la llamada se facture a cobro revertido. A Trump sólo le falta ya llamar a ET, tan aficionado también al teléfono con sobrecoste, para decirle bien clarito que es un inmigrante mal recibido y que no se le ocurra volver del espacio interestelar para robar bicicletas estadounidenses. A este adalid de la diplomacia mundial le podría entrar un profundo sueño americano para que se esté tranquilito una temporada, sin ese ímpetu con el que ha iniciado el mandato. De momento, ya sabemos que Trump vive colgado. Al menos, del teléfono.

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