Susana perdió un referéndum

Una coalición de damnificados, sanchistas de distinta hora y militantes que buscan nuevas ilusiones han vencido a Díaz

La votación del domingo en el dividido socialismo andaluz fue en realidad un referéndum sobre Susana Díaz. Ha vencido una heterogénea coalición formada por enemigos mortales víctimas de los complós urdidos por la brava dirigente desde las juventudes, sanchistas de primera hora, segunda ola o último minuto, y simples militantes en busca de nuevas ilusiones. Con la derrota de la líder en los últimos siete años y medio termina una larga etapa del PSOE: la era del poder, en la que se tomaban las riendas del partido como una canonjía aneja a la Presidencia de la Junta. Una confortable militancia aceptaba jefes puestos por el aparato. Los guerristas trajeron a Chaves en el 90, éste impuso a Griñán en 2009, que a su vez señaló con el dedo a Díaz en 2013.

El domingo oficialmente se decidía un candidato del PSOE andaluz, en la práctica se eligió un nuevo líder, pero sobre todo se liquidó una época. Susana tenía hace una semana un 38% de seguidores; como los partidos son tan gregarios seguro que hoy son muchos menos. La integración se hará por ósmosis: todo el mundo acudirá en auxilio del ganador. Ella intentó desde su llegada al poder presentarse como la primera de una nueva era, que bautizó como un tiempo nuevo. Pero acabó siendo la última de una serie agotada por el largo ejercicio del poder y los vicios de un partido acomodado. Seguramente ha decidido dimitir, pero reserva la carta para negociar una salida a sus pretorianos.

En todo caso, su currículo no está mal con 46 años: presidenta de Andalucía más de un lustro, diputada autonómica y nacional, senadora y concejal. Es verdad que fue una jefa soberbia y personalista. Pero cuando se repasa el panorama actual, abunda el perfil caudillista. Ha dejado muchos damnificados en su larga trayectoria orgánica. Sobre todo, uno, el poderoso Pedro Sánchez, cuya eliminación como secretario general abanderó en 2016. Pero Pedro nunca habría sido jefe en Ferraz sin el apoyo de Díaz en 2014 para impedir el triunfo de Madina, y Juan Espadas nunca habría sido alcalde de Sevilla en 2015 sin el empeño de Susana para que repitiese candidatura después del desastre de 2011, con el triunfo arrollador de Zoido. Sus dos ejecutores le deben mucho.

Más zalamera que empática, sus enemigos no se fían y la quieren rematar. Tras la probable dimisión como secretaria y diputada, hay dudas sobre su destino: Consejo Consultivo, Senado, embajada o una salida profesional independiente. ¿Volverá?

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