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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Susana y el futuro

Susana Díaz tiene, hoy por hoy y no parece que esto pueda cambiar, un liderazgo socialmente amortizado

Estaba escrito: en cuanto se aprobaran los Presupuestos del Estado y las primeras vacunas fueran una realidad -por ahora más como operación propagandística que como acción terapéutica efectiva- algunas situaciones políticas que la pandemia había hibernado iban a aflorar con intensidad. Ha pasado en Cataluña con la operación de colocación del ministro Illa y está pasando en Andalucía con los movimientos internos en Ciudadanos. Pero donde, desde el punto de vista andaluz, adquiere una dimensión particularmente interesante es en el futuro de los socialistas y de Susana Díaz. Si hasta la moción de censura que echó a Rajoy la dirección federal del PSOE tenía un problema de liderazgo y, en cambio, los socialistas andaluces podían presumir de la solidez de su secretaria general, ahora la situación es justamente la contraria. Susana Díaz es una líder cuestionada a la que se le presenta un horizonte difícil. Algunas cosas se están moviendo ya ante la aparente indiferencia de Ferraz, que, por ahora, deja hacer sin enseñar las cartas que finalmente tendrá que jugar en esta partida. Más allá de los intentos de personajes de segunda fila, hay en marcha operaciones más serias en torno a las figuras de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que, por ahora, están en fase muy embrionaria y que, en el primero de los casos, no cuentan con el entusiasmo de su titular, aunque pocos dudan de que si Montero recibiera el encargo de Sánchez finalmente tendría que aceptarlo.

Todo lo que se está haciendo ahora y se haga en el futuro parte de una doble realidad incuestionable. Susana Díaz tiene problemas orgánicos por su enfrentamiento con el secretario general que ninguno de los dos ocultó nunca y que, cuando se perdió el poder en la Junta, hizo que el monolítico PSOE andaluz se cuartease y afloraran tensiones que llevaban años larvadas. Pero la segunda realidad es aún más difícil de gestionar. Díaz es hoy por hoy, y no parece que eso pueda cambiar en los dos próximos años, una líder amortizada socialmente. Lo es porque en estos dos últimos años no ha logrado que se la echara en falta. No tanto por méritos de los que llegaron al Gobierno, sino por deméritos propios. Un duelo demasiado largo y vacío tras la pérdida del poder y una oposición que no se ha hecho notar a pesar de las oportunidades que le ha puesto en bandeja el Gobierno del cambio y la pandemia. Pero sobre esto habrá que volver.

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