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Sueños y utopías

El Ministerio de Igualdad ha tenido la feliz ocurrencia de recuperar el antiguo género literario de la utopía

En días tan repletos de problemas, desde el Ministerio de Igualdad han tenido la feliz ocurrencia de recuperar el antiguo género literario de la utopía. Y, además, en la rama de clasificación sexual. La misma que, junto al comer, moviliza más ciegamente a los humanos. Un instinto que, por primario y complicado, cualquier civilización, desde sus orígenes, ha temido sus desenfrenos. Por ello, el conflicto ha permanecido siempre presente, con más o menos violencia, porque desde el poder se ha querido dominar y encasillar. Pero muchos no han aceptado conformarse con un reparto sexual en el que solo contaba la función natural de unos atributos externos. La hoguera y la marginación han sido frecuente castigo para los no resignados. Como consecuencia surgió un movimiento utópico que, cuando menos en teoría, mostraba que otra manera de vivir era posible. Y que proporcionó ideas y libros a través de los siglos, pero el proyecto más ambicioso y preciso, en cuanto a concebir otro funcionamiento de convivencia sexual fue el del utopista francés Fourier. En el siglo XIX, planteó la teoría de un Nuevo orden amoroso, exponiendo todos los criterios posibles para que nadie se sintiera excluido y encontrara, en la vida social, su sitio y su placer. Un verdadero e ilusionante delirio que tuvo gran acogida en mundo tan temeroso de novedades. Su propuesta de crear centros de iniciación, llamados falansterios, tuvo incluso réplicas en Andalucía. Un rico hacendado, Abreu, patrocinó un experimento de este tipo en Tampul, cerca de Jerez. Su recorrido práctico fue breve, a pesar del esfuerzo reflexivo y matemático puesto en juego para que encajaran y conviviesen en "armonía" (esa era la palabra clave) todas las opciones sexuales. El actual intento clasificatorio del Ministerio de Igualdad tiene, pues, nobles antecedentes. Recupera el viejo sueño libertario de que cada persona escoja el sexo y género en que encajar, según le dicte la situación y su intimidad. Pero, además, que tal cosa se proponga, desde la cúspide del poder gobernativo, con leyes, reglamentos y registros, removerá de alegría en su tumba a Fourier, a Abreu y a tantos utopistas que nunca sospecharon que sus ideas llegarían a tanto. El único problema reside en que, desde hace más de un siglo, Freud y otros ya dijeron que en la vida sexual no basta con poder elegir tu opción sexual preferida. Lo determinante es sobre quién se proyecta el despótico y oscuro deseo del sujeto. A ese anárquico deseo, el maestro de Viena lo llamó "polimorfo perverso" porque es tan imprevisible, volátil y tornadizo que no hay nadie capaz de mandarlo, clasificarlo y llevarlo a ningún registro para apuntarse.

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