la corredera

Antonio / Morillo / Crespo

Sordo

POCO a poco fue escuchando menos. Pedía que le repitieran lo dicho. Procuraba mirar los labios del que hablaba, para así entender mejor, pues si el que charlaba estaba de lado, no entendía una papa. Y sobre todo cuando hablaban dos a la vez, ni oía a uno ni a otro. Y para qué decir si había murmullos o jaleo de los niños. ¡Niños callarse, que no me entero! A tanto llegó, que toda su familia le decía una y otra vez, "¿porqué no te compras un aparato?" Y él no hacía caso, procuraba entender lo que le hablaban o se ensimismaba en sus silencios. "Papá, cómprate un audífono, por favor" le decía su hija repetidamente. A veces le hablaban a gritos y él molesto decía "¡ no me grites, que no estoy sordo!"

Salía a la calle, más sordo ya que una tapia y ni respondía, cuando alguien le saludaba. No oía nada, ni siquiera cuando un coche le pitaba. Y así iba aislándose del mundo y encerrándose en su esfera. Veía, pero no escuchaba, ni siquiera los truenos. Y cuando llovía, la percibía como un rocío, como un viento húmedo y cansino, pero no escuchaba ni siquiera al viento cuando arrecia y se retuerce entre los árboles.

Un día se decidió, fue a una Óptica. Le hicieron una audiometría y le recomendaron un audífono. Se lo compró, un buen perraje. Iba como sonámbulo, escuchándolo todo, oía el andar de las gentes, el roce del vestido, las campanas de la Iglesia, los motores de los coches, los perros lejanos… Ya de noche llegó a su casa. Nadie sabía nada. Le abrió la puerta su yerno, que dándole una palmadita en el hombro, le dijo "pasa cabrón" . Ni se inmutó. Y siguió diciéndole, por su espalda ignorante de todo "a ver si te mueres ya hijo de puta y cobramos, que estoy de ti hasta …" Mas tarde su nieto le decía " abuelito estás chocheando". Y su hija, su querida hija le rechistaba, sin mirarle, " papa, que viejo estás, eres inaguantable"…El abuelo se fue a su cuarto, se quitó el audífono, lo tiró por la ventana. Apoyó sus brazos en el alfeizar y se quedó contemplando las estrellas… Cuando oigo tres o cuatro telediarios ¡tanta tragedia, tanto crimen, tanto problema!, pienso, si tuviera audífono, lo tiraría por la ventana y me pondría a mirar las estrellas.

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