La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Solidaridad con los inmigrantes... y dentro

Almodo en que Felipe González trenzó con el canciller Helmuth Kohl una alianza entre contrarios muy provechosa para sus dos naciones y para Europa, Pedro Sánchez intenta forjar con Ángela Merkel un eje Berlín-Madrid que, junto a París y Lisboa, lidere una Unión Europea amenazada por el avance xenófobo, las consecuencias del Brexit y la crisis monetaria y fiscal.

Al igual que hacía Felipe, se la ha traído -a Merkel- aquí, a Doñana, en la esperanza de que el paisaje idílico y el sosiego compartido refuercen con un vínculo de amistad y empatía lo que es una visión común innegable sobre todos los grandes problemas europeos. Empezando por la inmigración irregular, lo que incluye paradoja: la canciller de Alemania, a la que Sánchez consideró tiempo atrás la campeona del austericidio, acogió en 2015 a un millón de inmigrantes, muchísimos más que cualquier otro país. No le importó el desgaste de su Gobierno a manos de la ultraderecha. La conservadora Merkel demostró más solidaridad y compasión que todos los gobernantes socialdemócratas de la época juntos.

Pedirá, Sánchez a Merkel, imponer en la cumbre de la UE de septiembre, en Saltzburgo, una política inmigratoria dictada por el sentido común y susceptible de unir a la izquierda y la derecha moderadas, incluso al nuevo líder del PP, Pablo Casado, en situación de achicharramiento prematuro por lo de su famoso máster: tratamiento como problema europeo, no nacional, solidaridad con las sucesivas naciones de entrada (Turquía, Italia, España), ayuda a los países de tránsito, olvido de la quimera de la eliminación de las fronteras -una utopía que derivaría en distopía-, tratados de devolución y colaboración generosa en el desarrollo de los países de procedencia. Un terreno en el que, insisto, podrían coincidir Pedro y Pablo si el primero no se empecinase en arrinconar al otro en la ultraderecha xenófoba con ayuda de las portadas de El País.

Ahora bien, la solidaridad que demanda Pedro Sánchez a Europa no la practica, de momento, en casa. No es coherente ni sostenible, como ha denunciado el vicepresidente de la Junta, Manuel Jiménez Barrios, que otro barco con inmigrantes rescatados por una ONG sea desviado a una Andalucía con servicios constantemente desbordados (¿por qué no a algún puerto catalán o valenciano?), que el 36% de los menores irregulares sean tutelados en esta tierra y que el Gobierno no sea capaz de imponer unas cuotas a las distintas comunidades autónomas para compartir el problema. Sólo promete volver a tratar esta cuestión en septiembre y aumentar los recursos destinados a la acogida de los parias... en el presupuesto de 2019. Pero ¿es que va haber presupuesto en 2019? Lo habrá sólo si quieren Podemos y los secesionistas. Un drama.

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