El catamarán

Rafael Navas Renedo

Sobran 'listos'

TODO llega. A veces tarda, pero llega. Nada dura para siempre. Sobre todo, lo que no siempre dura es la cara dura. Los listos también lloran. Bueno, no todos, que es una lástima, pero algunos, sí, y eso es suficiente a veces para no perder la esperanza. Mucho tiempo ha habido que esperar, demasiado tiempo, para ver, precisamente por Carnaval, a tipos con esposas en sus muñecas. Porque han sido muchos años, demasiados, los que se ha paseado la impunidad vestida de lujo ante nuestras narices, acompañada del brazo de la ostentación.

La actuación que se ha producido esta semana en El Puerto contra una supuesta red de corrupción urbanística no ha sorprendido a nadie. Como tampoco lo hizo la de Marbella o de cualquier municipio en el que todo el mundo sabía que sucedían cosas que no eran normales. Lo increíble es que estos casos tengan que tardar tanto tiempo en llegar al desenlace lógico cuando se hacen cosas que la ley no permite.

Que en El Puerto se estaban construyendo miles de viviendas en zonas expresamente protegidas y que desde el poder se estaba amparando y dando cobertura legal esa práctica ilegal -se supone que sin el ánimo de una oenegé- era algo de sobra conocido. Que quienes directamente participaban en esa actividad vivían cada vez mejor a pesar de haber llegado en muchos casos a sus cargos con una mano delante y otra detrás, también. Por lo visto, faltaba que alguien lo denunciara, y no una vez, sino mil. Por lo visto, faltaba que pasaran años, y no dos ni tres. Por lo visto, estas prácticas son siempre igual en todas partes: se producen durante un buen tiempo antes de desaparecer. Si desaparecen. Así funciona esto.

Y, claro, hay gente a la que le trae cuenta meterse en este invento. No hay impunidad total pero hay muchas cosas que salen casi gratis. Además, dentro de la categoría de listos, están los listos más listos, esos que nunca caen, que siempre se escapan a pesar de estar, igual que los otros, a la vista de todos. Pero son listos algo más discretos.

Confiemos, aunque sea por última vez, en la ejemplaridad. Que quienes hoy se tapan la cara después de haberse pavoneado y reído de los ciudadanos, no paseen altivos sus rostros nunca más. En El Puerto y en muchas otras localidades que están en la mente de todos. Porque, por desgracia, el germen de la corrupción no anida y crece sólo en un municipio. Es una enfermedad muy extendida en estos últimos años en los que reinó el todo vale y las calles de nuestras ciudades se llenaron de 'sobrados'. Esperemos que por fin haya llegado el tiempo en el que los que sobren sean precisamente ellos.

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