Línea de fondo

Manuel Galvín Serrano

Seguimos viendo descender

NO hablo de los dramas de último minuto. De esos que nos tenemos a medias los cadistas y los colchoneros tampoco, y menos de penaltis calamitosamente errados que engordan la lista de ridículos. Hoy no hablamos de fútbol, por qué hacerlo si seguimos viendo descender. Para qué engañarnos, compadecimientos los justos, el fútbol entró en esta vorágine de mercado sin que nadie le obligara. Como aficionado tengo rabia porque si el año pasado fue el Guadalajara, este es el Murcia. Y para colmo, el Mirandés sube por arte de magia y engrosa su ombligo (y sí, aún me duele la debacle amarilla en Miranda del Ebro). En fin que no hay manera, que un equipo hace sus deberes en el campo y en verano acaba de rodillas ante Javier Tebas. Llegados a este punto y tras manifestar mi frustración, aclaro algo. Como ciudadano, puedo seguir viendo descender. El sueño no me lo quita hoy ni que el Cádiz consiga la cesión de aquel Keylor Navas que un día quiso fichar. Y es que, vaya por delante, los clubes han cavado su propia tumba. Esto lo hicieron por los sueños de gigante, por las imitaciones forzadas (quizás inconscientes) del modelo de los blanqueadores de capitales que anidan en los coliseos que tú y yo sabemos.

Esto no es un llanto por los equipos desahuciados, ni por los clubes preferentemente robados por cínicos de chaqueta, ni por los que sufren el yugo de los créditos vitalicios a diario. Este sollozo quejoso mejor lo aplico a la vida real. Con las mismas palabras, cambiando equipos por personas pero con el añadido del sufrimiento incomparable.

Si Tebas prefiere tener cientos de manifestaciones antes que mantener al Murcia, ojalá no hubieran descendido a los pimentoneros porque ahora viene cuando me enervo. En fin que tocará aguantar a cientos de aficionados indignados aprendiendo la útil palabra que es protestar. Y todo por una nimiedad.

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