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Santa Cruz

NO se puede decir que Torcuato Cayón sea un desconocido ni tampoco olvidado, puesto que la obra de este gran arquitecto está a la vista de todos, mostrándonos su importancia. Pero no está nada mal que le dediquemos hoy nuestro artículo cuando en estos días podemos contemplar en Santa Cruz la espléndida rehabilitación del Torreón de la Capilla del Sagrario, tanto en su exterior de grandes proporciones y aspecto militar, como en su hermoso interior, obra de nuestro paisano efectuada en la segunda mitad del siglo XVIII. Torcuato Cayón Ruiz nació en Cádiz un 18 de noviembre de 1725 y falleció en San Fernando el 11 de enero de 1783. Estudió Latín y Filosofía con los Padres Dominicos del Convento de Cádiz y sus padres lo tenían destinado a la carrera eclesiástica, que él no siguió por falta de vocación, y en contra de la voluntad de aquello contrajo matrimonio muy joven. Aprendió arquitectura, llegando a superar a sus maestros Vicente Acero y Gaspar Cayón, su tío. Muy aficionado al estudio, sobresalió en dicha materia, aunque también cultivó la literatura, componiendo versos en latín y en español. Fue por oposición Académico de número de la Real de San Fernando y Arquitecto Mayor de nuestra Catedral, reformando los diseños y planos del antiguo proyecto y dejando terminada la primera parte de la obra, que continuarían otros arquitectos.

Obras suyas son, entre otras: el Hospicio Provincial (hoy Valcárcel), del que podemos destacar el patio con su majestuosa fachada, de clara influencia del patio de los Reyes de El Escorial; la reforma y ampliación de la Parroquia del Rosario y la Santa Cueva, una de las mejores obras arquitectónicas de Cádiz, el destruido Teatro Principal, considerado en su época uno de los mejores teatros de España; e interviniendo en la ejecución de las Puertas de Tierra, concluida en 1755. En San Fernando, hizo los diseños y el comienzo de su hermoso Ayuntamiento, y en Chiclana, la Parroquia de San Juan Bautista, entre otras construcciones realizadas en la provincia. La mayoría de sus obras no concluidas, fueron culminadas por su ahijado y discípulo Torcuato Benjumeda. En otro sentido, hay que señalar que nuestro paisano poseía un gran espíritu cristiano, que le llevaba a practicar de manera intensa la caridad con los necesitados. Toda una gran personalidad, como hemos querido destacar en estas breves líneas.

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