El dramático goteo de cadáveres arrojados por una resaca mortal esta última semana en Barbate, deja patente que el drama de la inmigración, lejos de remitir, sigue latente. Pero las redes sociales también causan furor en Marruecos, sobre todo, entre la población más joven. Y los vídeos colgados en twitter y facebook por unos jóvenes eufóricos cantando para celebrar que están a punto de tocar tierra en la costa gaditana son más atractivos que el miedo a perder la vida en el Estrecho, como le ocurrió a los inmigrantes que se quedaron a tan sólo 200 metros de Caños de Meca. Tras estrellarse contra el arrecife, todos cayeron al agua al grito de sálvese quien pueda. Los que pudieron seguir al paterista, que se guió por su experiencia para seguir las luces de Los Caños, al fondo, tuvieron más suerte que los que no tenían chaleco y perdieron el norte. Las corrientes y las rocas no les dieron opción alguna y en unos diez minutos todo terminó para ellos.

Este auténtico drama no impedirá a los jóvenes del país vecino, con su patrón de vida tan incierto como diluido, soñar a lo grande con una vida mejor. Ninguno cejará en su empeño, por mucho que se arriesguen incluso con estas pateras de madera -algunas parecen de juguete- que han vuelto a aparecer en escena. La mayoría está más preparada que sus padres y su descontento por la falta de libertades se ha visto acentuado con la reimplantación del servicio militar obligatorio. Los agentes de la Guardia Civil han sentido como suyas las pérdidas de las personas que fallecieron a apenas unas cuantas brazadas de llegar a tierra, pero vistas las cifras globales -sólo en lo que va de año ya han sido rescatadas 47.000 personas en las cosas andaluzas- no cabe más que aplaudir su impagable labor, reforzada por la mejora en la coordinación con Salvamento Marítimo, desde que se creara el mando único operativo para liderar las actuaciones frente a la inmigración irregular en el Estrecho.

Que se está trabajando muy duro, y además mucho mejor, lo demuestra el hecho de que sólo en octubre pasado llegaron más sin papeles a nuestras costas que el pasado julio, cuando se encendieron todas las alarmas, y pese a ello esta penúltima avalancha pasó casi desapercibida en nuestra provincia. Todo gracias al trabajo en equipo y al aumento de los recursos y las plazas de acogida. Aun así, el problema de fondo reside en que la solución no depende de nosotros. La solución ha de ser global, y justo en el peor momento la división entre los países de la Unión es más que preocupante en esta materia.

Marruecos sufre graves problemas internos políticos y económicos y trata de jugar sus cartas presionando a la UE para obtener más ayudas. Pero además hay que insistirle en que ha de ensanchar sus libertades y ofrecer más oportunidades para evitar la huida masiva ante la falta de un porvenir con garantías. Ya no sólo actúan las grandes mafias de siempre. Las frágiles pateras que hemos visto estos días demuestran a las claras que es muy fácil cruzar el Estrecho, a un precio cada vez más accesible. Y la eterna avalancha puede achacarse a que las relaciones diplomáticas no son las mejores con el país vecino o, si se quiere, al efecto llamada tras acoger el Aquarios y garantizar la cobertura sanitaria universal. Pero lo cierto es que las causas van mucho más allá y se pueden resumir en una sola. Nadie va a renunciar a una vida mejor, cuando llega a la conclusión de que nada tiene que perder.

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