El movimiento autonomista andaluz comienza en Ronda, pasa por Cádiz y Antequera. Andalucía es tan grande y tan diversa que una parte importante de sus ciudadanos ven con recelo la manera en la que los dirigentes de Sevilla han procurado siempre atraer todo tipo de centros administrativos e inversiones en detrimento del resto. Así ha quedado reflejado en el Carnaval, desde Las Viejas Ricas a Kady City pasando por Los Dedócratas ("y luego tendrán, por gran capital, a Sevilla otra vez, y nuestra ciudad, quiere libertad, pero ser como es") y el Libi. El infausto alcalde y ministro Zoido quiso competir con Cádiz promoviendo una Zona Franca (con el sonoro silencio de los instituciones gaditanas) e inversiones para el puerto, aunque el dragado del río fue rechazado por la Unión Europea. Solo Málaga ha sabido hacerle frente a Sevilla, quizás porque tiene un buen alcalde y porque todos los partidos se han puesto junto al Ayuntamiento para reclamar inversión. La Junta de Andalucía ha actuado siempre con displicencia para con la ciudad de Cádiz. Trajo el Plan Andalucía 92 igual que a otras capitales, cuando Rodríguez de la Borbolla se dio cuenta que la Expo era un cúmulo tal de inversiones en su ciudad que podía provocar rechazo. Solo durante el tiempo en el que Luis Pizarro tuvo la suficiente capacidad, la ciudad se vio favorecida por un Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo. El resto han sido capotazos, patadas al balón hacia delante o desprecios. El PSOE prometía pero no hacía, como se pudo ver con la Ciudad de la Justicia, el nuevo Hospital, la Facultad de Ciencias de la Educación y tantos otros proyectos que siempre se enviaban a un momento sin determinar del futuro. El PP y Ciudadanos copian en parte esa misma política, según se levanten. Los meses con erre dicen una cosa y los que no la tienen lo contrario. Llegó el consejero Rogelio Velasco, quizás el más solvente desde el punto de vista intelectual de todo el gobierno, y dijo que de lo de Valcárcel nada, con un argumento bastante endeble. Es verdad que la Universidad no está para promover mejoras en un barrio, pero no es menos cierto que para poder desarrollar la docencia y la investigación hacen falta edificios adecuados, aparte de dotaciones económicas que la hagan viable. Esa política no se ha llevado a cabo en Sevilla y Málaga, donde se concentran las inversiones . Espero que los partidos políticos gaditanos, cuando pasen las elecciones, sepan movilizar a la sociedad para salvar Valcárcel.

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