Confabulario
Manuel Gregorio González
Zapater y Goya
DE POCO UN TODO
SE nos ha echado encima una nueva oleada de pesimismo. La pregunta estrella es: "Pero, ¿saldremos de la crisis?". La cuesta de enero se percibe como la cuesta de eterno. Mientras tuvimos elecciones generales a la vista, parecía que la crisis traía fecha de caducidad y las fáciles promesas del PP auguraban tiempos mejores. El coste psicológico de la inesperada subida de impuestos de Rajoy ha sido enorme. No se trata de que no le hayamos dado al Gobierno los cien días de plazo de rigor, sino que él mismo ha hecho enseguida todo lo contrario de lo que decía hace nada que era necesario hacer para salir de la crisis. El desconcierto, incluso entre los que necesitan desesperadamente tener fe en él, deviene inevitable. No se puede confiar en una política por algo y por exactamente lo contrario. El partido del sentido común, como se autoproclamaba en la campaña, tendría que tener en cuenta -si no otros principios- al menos el de la no contradicción.
A medida que pasa el tiempo, sin embargo, empiezo a temerme que la pregunta peliaguda no es si saldremos de la crisis o no. Al final, saldremos, como nos enseña la Historia, donde siempre se ha ido, a trancas y barrancas, sobreviviendo a las sucesivas crisis. La cuestión es cómo y hacia adónde.
Porque todo indica que lo haremos por abajo. Ni por arriba, asumiendo nuevos valores sociales (los viejos), ni por un lado (trabajando mejor y siendo más creativos) ni por otro (reformando una estructura política ineficiente, disgregadora y carísima). La única salida que nos proponen es la de agachar la cabeza, y mucho cuidado con la puerta, que es bajísima. Esto es, trabajar más horas, cobrar menos, pagar más impuestos, tener menos derechos laborales, sanitarios, administrativos, etc. Los políticos están viendo si, encogiendo a los demás y sin complicarse ellos mucho la vida con reformas de calado, se sale…, y si sale, sale. Ésa es mi sospecha; y miro alrededor y veo que se nos empieza a poner cara de chinos.
De modo que este artículo de hoy ve el vaso medio lleno y medio vacío. El medio lleno es que vamos a salir de la crisis. El medio vacío, que para cuándo y, sobre todo, en qué condiciones. Puede pasar que para entonces quizá caigamos en la cuenta de que con la crisis vivíamos mejor. O, para no exagerar, que contra la crisis vivíamos menos mal. La anhelada salida tiene un aire de dejarnos a la intemperie que echa, literalmente, para atrás. Se pone uno a pensar en el fuego y en las brasas, en Málaga y en Malagón, en el remedio y en la enfermedad, y le entran ganas de pedir que no tengan tanta prisa, por favor, en sacarnos de ésta.
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